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Diccionario emocional

Te compartimos algunos términos importantes que debes sí o sí conocer

Alexis Alanis

Capitalismo emocional 
Los últimos dos siglos la raza humana se ha encargado de cumplir nuestras necesidades materiales (salud, casa, comida) y hacer de ellas un negocio, pero nuestras necesidades más elevadas como autoconocimiento, salud emocional, comunidad y relaciones prósperas y benéficas, solo son usadas para vendernos lo material. La realidad es que necesitamos ayuda para alcanzar todo eso que deseamos (y no sería un problema que nos cobren por hacerlo), que no son deseos triviales o menores, son centrales para tener una vida satisfactoria. En estos tiempos, estructurar negocios alrededor de estas necesidades sería el equivalente comercial a haber descubierto la electricidad.

Educación emocional
Es casi seguro que en lo que más invierten los papás es en la educación de sus hijos, pero lo que se les enseña es muy limitado. Y muchas veces, inútil. ¿No preferirías haber aprendido en la escuela cómo demostrarle a alguien que lo quieres, cómo no tenerle miedo a la muerte o cómo evitar que algo te afecte demasiado en vez de escuchar hasta el cansancio quién “descubrió” América y qué es una hipotenusa? Pero la idea ue tenemos desde hace siglos es que uno más o menos nace sabiéndolo o que es algo que no se puede enseñar. El término educación emocional va en contra de esa idea, y más bien propone que podemos aprender todo eso y más, incluyendo cómo perdonar a alguien o cómo sentirnos seguros de nosotros mismos. Y es un término al que no se le ha dado la importancia que necesita. No podemos progresar como especie si no aceptamos los retos y oportunidades de la educación emocional.

Inteligencia emocional
Es la cualidad que nos permite confrontar con paciencia, intuición e imaginación los muchos problemas a los que nos enfrentamos a lo largo de la vida. Y suena raro porque la inteligencia normalmente nos remite a algo que se encuentra alejado de las emociones, pensamos en algo más técnico, quizá matemático o lingüístico. Pero para nuestras interacciones con otras personas, la inteligencia emocional tiene también el rol de interpretar al otro, y si funciona como debe, de que la interacción sea exitosa. Las personas inteligentes emocionalmente son capaces de frenar sus impulsos, de ser resilientes ante la adversidad, de reírse de sus infortunios y hasta de ser pesimistas funcionales, lo que los lleva a tener una vida tranquila y satisfactoria. Pero la inteligencia emocional, a diferencia de lo que muchos pensarían, no es un talento nato. Es el resultado de aprender a interpretarnos a nosotros mismos, saber de dónde vienen nuestras emociones y por qué somos como somos. Pero esto se aprende también tropezando.

Escepticismo emocional
Es la sospecho mejor intencionada del mundo, y se refiere a desconfiar de nuestros impulsos y sentimientos iniciales, porque suelen ser imprecisos, engañosos y, muchas veces, incorrectos. Este escepticismo nos ayuda a pausar entre el sentimiento y la acción, o consultarlo con la almohada, para tomar mejores decisiones. Suena aburrido, poco sexy y todavía menos impresionante porque creemos que nuestras emociones son sabias, pero la verdad es que no, son, valga la redundancia, “emocionales”.

Interpretación emocional
Uno de los peores trucos que nos juega la mente es el de hacernos creer que sabemos lo que los otros sienten o piensan con tan solo escuchar lo que dicen. La realidad es que lo que sale de la boca de una persona es muy distinto a lo que quiso decir, por eso, más que oír, tenemos que escuchar para poder interpretar. Cuando tu hijo te dice que “te odia”, puede que lo que quiera decir es que necesita más atención o que escuches lo que quiere decirte; igual que “estoy bien” suele significar que no lo está pero no quiere importunarte. Como seres humanos tenemos que aprender a cachar ciertas cosas que el otro no nos está diciendo directamente para poder interpretar estos mensajes y tener una mejor comunicación.

 

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