Hay genes que han pasado por procesos de selección natural de manera muy similar tanto en nosotros como en nuestros compañeros peludos.
Humanos y perros hemos estado juntos en las buenas y en las malas. Los perros nos han acompañado en migraciones a través de continentes, estuvieron ahí cuando inventamos la agricultura y han sido testigos de nuestro explosivo crecimiento poblacional.
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Tener tantas historias paralelas implica también tener evoluciones compartidas. Las condiciones ambientales que hemos vivido con los perros suponen retos similares ante los cuales algunos perros y algunos humanos han sobrevivido, y otros no. Esta trágica dinámica permite la evolución por selección natural, cuando los que sobreviven heredan sus características a su progenie, y ésta sigue sobreviviendo y heredando esas características.
La evidencia del camino evolutivo compartido de perros y humanos está escrita en los genomas de ambas especies: hay genes que han pasado por procesos de selección natural de manera muy similar tanto en nosotros como en nuestros compañeros peludos. Estos genes son principalmente del metabolismo, digestión y de neurología, y al analizarlos nos pueden enseñar mucho sobre lo que nos pasó en el camino.
Por ejemplo, un gen del metabolismo del colesterol muestra una evolución similar en humanos y perros, que históricamente marca en los genes el momento en que la humanidad comenzó un estilo de vida basado en la agricultura, y en la perrunidad el cambio de dieta de ser totalmente carnívoros a omnívoros, es decir, cuando les comenzamos a dar de nuestra comida.
Otro gen que muestra una evolución similar en nosotros y los canes es uno que tiene que ver con el transporte de la serotonina.
La serotonina es un neurotransmisor con varias funciones, entre ellas la modulación de comportamientos compulsivos y agresivos (¿alguien por ahí tiene un perro obsesivo? La serotonina tiene que ver con eso). El que la regulación de este neurotransmisor haya evolucionado a la par en humanos y perros apunta a una de las principales consecuencias demográficas de la agricultura.
Cultivar cereales y otras plantas le permitió a la humanidad sostener a una mayor cantidad de personas. Es en este momento de la historia cuando realmente comenzamos con los problemas de vivir en grandes sociedades. El genoma de perros y de humanos, al mostrar selección natural en los genes de serotonina, nos está diciendo que la agresividad fue una característica que en ambas especies tuvo que reducirse para poder convivir en comunidades cada vez más multitudinarias. Al estar con más gente, tanto perros como humanos sociables tuvieron un mayor éxito evolutivo.
Lo que nos resta evaluar es si esta transición hacia sociedades multitudinarias cuenta como una de las “buenas” o una de las “malas” en que los perros han estado a nuestro lado.
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