Si conectas con algunas de las siguientes situaciones sigue leyendo, puede que sufras del síndrome de la injusticia, es más común de lo que crees
-Estás comiendo en un restaurante, pasa alguien a pedir limosna y ya no puedes disfrutar tu comida pensando en el pobre señor desafortunado.
-Has ahorrado mucho para un viaje, pero llega tu mejor amiga con un problemón económico y entras en serio conflicto por si deberías darle el dinero en lugar de irte al viaje de tus sueños.
-Mueres de cansancio y te gustaría quedarte en la cama todo un domingo, pero no puedes con la culpa que te da no haber visto a tus papás en dos semanas.
-Logras un ascenso laboral y al platicarlo con alguien te empiezas a sentir culpable porque esa persona lleva años en el mismo puesto y te guardas tu alegría para no incomodarla.
¿Te has quedado callado cuando algo bueno te pasa, metido en problemas por ayudar a otros, negado tus logros o dejado de disfrutar algo porque sientes culpa de tener más que otros? Si te sientes identificado con esto, probablemente tengas el síndrome de la injusticia, un conjunto de comportamientos regidos por la culpa y el no merecimiento.
Características del sufridor del síndrome de la injusticia
La persona con este síndrome se deja gobernar por la culpa que genera la voz crítica de su cabeza, que la hace sentir mal si algo no es perfecto. Seguramente de niño aprendiste a hacer lo correcto para ser querido, visto o sentirte valioso.
Esto pasa cuando tuviste padres exigentes que te educaron en una cultura sin derecho a ser niño: si no hacías lo correcto o te equivocabas de alguna manera, te sentías una mala persona y, por lo tanto, culpable. Aprendiste que una buena persona se esfuerza, tiene autocontrol y no tiene derecho a equivocarse. Esto también pudo haber sido aprendido de padres que tenían este síndrome y lo transmitieron a sus hijos de forma natural en la relación.
¿Cómo hago para que deje de patear?
Sabiendo, sintiendo y cultivando todos los días una cultura donde dejes de relacionar los errores con ser o no valioso como persona. Tu valor no depende de llegar siempre a tiempo, hacer las cosas sin un error o ayudar a absolutamente todos los que te necesitan. Aunque esa filosofía de vida sea, sin duda, buena para muchas cosas, necesita ser flexibilizada e integrar un enfoque de disfrute, gozo, merecimiento y, sobre todo, libertad.
Pasos para lograrlo
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