El manejo e identificación de emociones y sentimientos es básico, esto marca y dirige tu forma de ser
El primer paso del proceso emocional es la sensación. Es una percepción física. Las sensaciones son corporales y sensoriales que hablan de la interacción con nuestro entorno. Son una vivencia fisiológica y de impacto directo en el cuerpo, sean intensas o suaves.
Las sensaciones básicas son el placer y el dolor, placenteras o displacenteras, agradables o desagradables. Las displacenteras nos avisan de algo amenazante para la supervivencia y el desarrollo. Las placenteras nos avisan de lo que es adecuado para uno mismo, lo que nos hace bien y lo que puede promover nuestro crecimiento.
El segundo paso del proceso emocional son las emociones. La emoción es la evaluación de la situación por parte de nuestro cuerpo pero también empezamos a racionalizar la experiencia, es decir, es un puente entre lo que sentimos y lo que pensamos. Las emociones nos ayudan a regularnos en la vida y fomentan nuestra supervivencia. Son reacciones simples, espontáneas y surgen ante un estímulo, dependen de las sensaciones y percepciones. Son intensas y de corta duración, son el resultado de la evaluación de la situación que estamos viviendo en el presente.
El sentimiento es nuestra forma de nombrar la experiencia emocional. Los sentimientos son las interpretaciones de nuestras sensaciones y emociones, es decir, les asignamos un nombre. Algunas veces esta interpretación es confusa y equivocada ya que es influenciada por las experiencias del pasado, es decir, tú crees que estás triste pero en el fondo estás que te lleva la ch#¡n9@(&.
Los sentimientos son influidos por la percepción, la cual es siempre parcial, nunca total. Nuestra historia personal se compone de nuestras experiencias agradables o displacenteras, de tal manera que surgen sentimientos gratos o desagradables.
Y con ustedes… ¡¡¡LAS EMOCIONES!!!
Empecemos por la más cool de la casa, la alegría. La alegría es la emoción que sirve para mantener un buen nivel de energía y vitalidad. Sentir alegría es experimentar optimismo y satisfacción. Cuando no conectamos con ella, existe una falta de vitalidad que impide que podamos sentir satisfacción en la vida. Cuando se exagera este sentimiento las personas actúan siempre simpáticas, superficiales y ligeras. Su filosofía de la vida es simplemente pasarla bien, le dan la vuelta a experiencias dolorosas y desagradables. En general, no tienen relaciones profundas y de compromiso.
La emoción que nos ayuda a marcar límites y manifestar nuestra incomodidad es el enojo. Esta emoción nos ayuda a defendernos de la invasión de los otros y delimita nuestra zona segura. El enojo nos avisa qué nos hace bien y qué no, para así decidir si nos alejamos de lo que posiblemente nos haga daño. Quien no contacta adecuadamente con el enojo es invadido por los demás constantemente. Los que exageran el enojo pueden ser personas muy enérgicas, tienen una actitud de constante batalla, defensores de causas, ponen límites excesivos pudiendo llegar a la rudeza, son explosivos y en ocasiones hasta violentos.
El que nos ayuda a protegernos de una amenaza presente, real, que pone en peligro la integridad o supervivencia es el miedo. El miedo nos ayuda a buscar protección ante algo que se percibe como amenazante para la propia integridad.
Esta emoción tiene dos fuerzas opuestas:
La primera reacción se expresa en alejamiento, se origina en una sensación de desagrado y surge una espontánea energía de huir.
La segunda reacción es paralizarse ante la situación, uno simplemente no sabe qué hacer y no puede moverse. Una persona que no contacta con el miedo no sabe cuidarse a sí misma y se expone de manera continua.
La exageración de esta emoción sería el caso de una persona que vive demasiado autoprotegida, no toma riesgos, es pesimista y percibe el mundo siempre como amenazante. Son personas reactivas y pueden llegar a tener actitudes paranoicas.
No hay peor comentario que alguien te pueda decir que: “no llores” o “no te pongas triste”. Es la mejor manera de negar la funcionalidad de la tristeza. Esta emoción se origina de una sensación de pérdida o desilusión donde se necesita retirarse hacia sí mismo. Proviene de una emoción desagradable, de menor energía, pero al no contactar adecuadamente con la tristeza, la persona no se retira para buscar en otro lugar satisfacer la necesidad que con esa persona o situación no se logró. La exageración de la tristeza es estar siempre desilusionados, son personas que se aíslan, se perciben como víctimas, su nivel de energía es muy bajo y tienen poca capacidad para desarrollar la confianza, tienen posturas depresivas y suicidas en extremo.
Por último, el afecto se manifiesta con la atracción o inclinación positiva hacia otra persona. Implica una valoración positiva y es la base para generar vínculos con otros. Si esta emoción no se experimentara adecuadamente se vería reflejada como una incapacidad de conectar con otras personas. El afecto implica una sensación de agrado que promueve las relaciones afectivas. La exageración del afecto se observa en personas dependientes. Justifican las conductas destructivas de los otros, son poco realistas con respecto a los que aman, se olvidan fácilmente de sí mismos con tal de mantener sus relaciones. En su extremo, pueden ser los clásicos codependientes.
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