Está en ustedes arriesgarse al “hágalo usted mismo”.
Y ahí va uno de baboso, creyendo que las cosas nos van a salir igualitas que como las vimos en Internet y que hasta un varo nos vamos a ahorrar ¡AY AJAAA!
Es más, estoy convencido de que el verdadero objetivo de que en Internet haya tanto tutorial “hágalo usted mismo”, es para terminar armando memes con nuestros lamentables resultados. Y ya ven que cuando a uno le hacen memes no hay forma de recuperar la dignidad perdida.
Pero ¿Qué tal cuando estamos viendo los videos en YouTube? Lo primero que pensamos es: “¡Sí, está re fácil!” “A mí también me sale igualito”. Y claro, como terminamos laxándola soberanamente, nunca falta el acomedido que toma fotos diciéndose malignamente desde sus adentros: “Esto va pal feis”. Y justo de esta forma, el mundo termina siendo testigo de como varios niños tienen que comer pasteles con forma de Bob Esponja mutante o romper piñatas de princesas con botox.
Además no sé si han notado que, ese estado cuasi eufórico y bien sácale punta con el que nos hace contactar el concepto “hágalo usted mismo”, también es el causante de que cuando se nos descompone el coche y aun sin saber ni madres de mecánica, nos bajemos para abrir el cofre, apelando a que la ya famosa técnica de reparación por admiración del motor, solucione el problema o que un letrero con foquitos neón nos indique donde está la falla. Claro que después de 40 minutos y unos cuantos trancasitos en la batería, terminamos llamando al mecánico para haga lo que sabe hacer, reparar carros.
Sin embargo, uno de los lugares que más han sufrido las calamidades del “hágalo usted mismo”, es nuestro propio hogar. Por ejemplo, antes de que mi esposo y yo viviéramos juntos, él usaba cajas de CD’s como portarretratos ¡PECADO! y papel de estraza roto como papel tapiz ¡SACRILEGIO! Eso sin mencionar que utilizaba cera de Campeche para pegarlos a las paredes ¡APOPLEJÍA FULMINANTE!
Era más que obvio que semejante blasfemia al estilo no fue algo que se le haya ocurrido a él solito ¡NO! Lo sacó un programa que Luz Blanchet tiene o tenía (espero que ya no), en el que con un tono más cursi que bicicleta con flores, se dedicaba a hacer manualidades para el hogar que, dicho sea de paso, le quedaban más feítas que bonitas. Ahora imagínense cómo le quedaban a mi esposo ¡DEVERAS CONTIGO Blanchet! Cuanto daño le hiciste a la decoración de interiores o al menos a la del depa de soltero de mi esposo ¡HIJOLES!
Es por eso que la próxima vez que nos sintamos seducidos por el mortal canto de sirenas del “hágalo usted mismo”, tenemos que tomar muy en cuenta los siguientes puntos:
1.- Hay que ser humildes y tener bien desarrollado el sentido de la autocrítica. Si vemos que a la mitad del proceso nuestra piñata de La Sirenita tiene más forma de Peppa Pig rabiosa, hay que abortar la misión y salir en friega a comprar una piñata real.
2.- Si a pesar de lo feíto de los resultados deciden continuar adelante, entonces cerciórense de que nadie fotografíe su diabólica creación. Ya saben, por aquello de los memes.
3.- Siempre es bueno ir de menos a más. Si ven un tutorial de cómo hacer arroz con leche o cómo cambiar un apagador ¡Pues va! Aviéntense a hacerlo, ahí son pocas las posibilidades que tenemos para regarla.
4.- Ya de perdida sigan las instrucciones al pie de la letra y no cambien los ingredientes o materiales. Créanme, un salmón en salsa de nata agria no va a saber igual si deciden cambiar el salmón por charales secos apelmazados.
5.- Y recuerden que lo barato sale caro. Siempre es bueno ahorrarse unos pesos, peor luego terminamos gastando más al contratar a alguien para que solucione el desastre de nuestro atolondrado ímpetu de “hágalo usted mismo”.
Termina su columna y jamás va a perdonar a Luz Blanchet.
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