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Auschwitz: ¿Alguna lección aprendida en 70 años?

Lo que marcó al siglo xx fue la violencia, no es que los demás siglos no lo fueran sino que ahora la capacidad de fuego y deshumanización es mayor.

Jacobo Dayán

La capacidad tecnológica nos ha llevado a poder asesinar a un mayor número de personas con menor esfuerzo, incluso tenemos la capacidad de acabar con la vida humana en el planeta. Hoy una persona sentada cómodamente a miles de kilómetros de distancia de las potenciales víctimas puede, como si fuera un videojuego, terminar con la vida de muchas personas.

Las cifras son escalofriantes. En los últimos 200 años se han llevado a cabo un promedio de 6 guerras internacionales y 6 guerras civiles por década.

Durante la Guerra fría hubo 150 guerras que involucraron a más de 60 países y solo se contabilizan 26 días de paz mundial. En el siglo xx más de 100 millones de personas perdieron la vida durante conflictos armados, esto es más de 5 veces que en siglo xix y más de 10 que en el xviii. El siglo xx, con sus dos guerras mundiales, podría ser llamado el siglo de la barbarie.

Esta barbarie no ha terminado aún. Simplemente se ha tecnificado, sofisticado, politizado, mediatizado, justificado de mil maneras e incluso nos hemos acostumbrado a ello.

Sin duda, el punto más bajo que ha alcanzado el ser humano, lo que podría sintetizar esta violencia, esta deshumanización, esta locura es Auschwitz. El Holocausto es y fue un punto de quiebre de la civilización, un punto de inflexión en la historia y un fuerte choque de la idea misma del ser humano.

Entre mayo de 1940 y octubre de 1942, cerca de la frontera entre Alemania y Polonia, el régimen nazi creo el mayor complejo de campos de concentración y exterminio. El 27 de enero de 1945, Auschwitz fue liberado. Desde 2005, la Organización de las Naciones Unidas resolvió que esta fecha fuera el Día internacional de conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto.

¿Cómo pudo suceder algo semejante en pleno siglo XX y en Europa? ¿Qué fue el Holocausto? Para el perpetrador el exterminio fue un fin en sí mismo. Para los Aliados que emprendieron una guerra en contra de la Alemania expansionista pero nunca en contra de la Alemania genocida, detener la masacre no fue prioritario.

El Holocausto fue perpetrado en pleno Siglo XX por un país cuna del pensamiento, la cultura y las artes. Para consumar el asesinato de millones de personas de más de 20 naciones distintas, la Alemania nazi puso al servicio del genocidio de manera incondicional todos los medios técnicos, la máquina burocrática y, en general, toda la capacidad del Estado. La intensión genocida pretendía la erradicación universal de colectivos humanos que representaban una “amenaza” para la ingeniería social proyectada por el nacionalsocialismo, la supervivencia de un solo judío o gitano representaba una amenaza a la “pureza racial”. De hecho quien se sentó a juicio en Núremberg fue la civilización misma.

Muchos fueron los crímenes que ocurrieron y siguen ocurriendo desde entonces, ninguno de ellos pudo ser detenido y solo unos cuantos han sido juzgados. ¿Por qué nadie hizo ni hace nada?

¿Son prevenibles los genocidios? ¿El “Nunca más” será algún día una realidad? La respuesta tendrá que darse en dos vías. La primera es la creación de conciencias alrededor del globo que junto con medios de comunicación libres y plurales levanten la voz y presionen, parece lejos pero es necesaria la creación de ciudadanías enteradas, responsables y participativas así como la consolidación de la libertad de prensa. La segunda es la creación de instituciones y la voluntad internacional. Para ello, desde 2002 inició trabajos la Corte Penal Internacional que pretende terminar con la impunidad en los crímenes más serios concernientes a la comunidad internacional como son el genocidio, los crímenes contra la humanidad y los crímenes de guerra. La Corte no podrá marcar la diferencia si no cuenta con el apoyo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, quien además sería casi el único que podría prevenir los genocidios.

Parece desolador. Esperar a que se genere una masa crítica de ciudadanos comprometidos y por otro lado que los gobiernos, principalmente las potencias, se decidan a que el “Nunca más” sea un patrimonio de la humanidad y podamos reducir la violencia y la injusticia.

Por ahora no nos queda más que la herramienta de la memoria. Memoria no para el pasado sino para el presente. Memoria para salvar a las posibles víctimas del mañana. Recordar reinterpretando y actualizando la experiencia en el presente. Memoria como un mecanismo de resistencia y de justicia.

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