"Hice todo por él", "me di toda". ¿Cuántas veces no hemos escuchado a una mujer contar que aun, con eso, el hombre la dejó? Es porque no saben amar. Aprende
Este sí es un tema de género. Aunque muchos hombres también pueden amar demasiado porque han sido dañados emocionalmente en la niñez, no desarrollan este mismo patrón de adicción a las relaciones. Así que sí, las mujeres que aman demasiado mal.
La mayoría de nosotras lo hemos hecho por lo menos una vez y para muchas otras ha sido un tema recurrente en nuestra vida. Tristemente, es una cuestión cultural, ser mártir es muy aplaudido, genera orgullo y admiración y la mujer rescata lo que queda de su autoestima pisoteada con estos aplausos. Pero, al final, el precio que se paga es muy alto, porque te quedas totalmente rota, no vives tu vida ni quien eres.
Stop, in the name of love…
Si, según tú, en nombre del amor cometes muchas atrocidades en contra de ti misma, necesitas ayuda. Una persona crece con ganas, amistades, proyectos, gustos… y de pronto cede y cede, y se olvida de quién es para que el otro esté contento.
Estás amando demasiado cuando…
What’s love got to do
¡Nada! Cuando haces todo eso, no estás amando, estás creando una serie de estrategias para llenar vacíos. Y, por supuesto, no funcionan. Amar es compartir, ser quien yo soy y ser quien eres. Yo estoy aquí para cumplir mi vida y mis expectativas, no tú para mí y yo para ti. Si coincidimos, maravilloso, si no, ni modo.
Pero una mujer que ama demasiado va a insistir, es la que se quiere meter a fuerza en el huequito que le queda al hombre en el rompecabezas de su vida. Prefiere meterse como sea, que buscar un lugar donde sí encaje.
¿Por qué a mí?
Todo viene de una necesidad no resuelta, mal entendida, no asumida, Surge de la creencia de que para que alguien te ame tienes que ser y hacer que eso suceda, te tienes que convertir en lo que el otro necesita. Porque quien eres en realidad no es suficiente.
Mucha gente piensa que tiene que ver con un papá ausente, y sí, pero también tiene que ver la madre, nuestra forma de relacionarnos con los hombres viene de ella, y ella lo aprendió de su madre, quien probablemente le decía: “hagan todo lo que sea necesario para que sus maridos no funcionen sin ustedes, que no sepan ni dónde están sus calcetines, así nunca se les van a ir”.
Entonces, si tu mamá era mártir, una mujer que se mutiló y se hizo cachitos para tener a tu padre contento, eso es lo que vas a hacer. No conoces otra forma, aunque no te guste y estés muy enojada. Y al final, aprendemos esto y lo replicamos, son patrones antiguos. A las mujeres se nos condiciona para ser necesitadas, tener un sentido de vida y de ser, nunca nos enseñaron a conectarnos con un sentido de valía personal real.
Rompe con la creencia
Las creencias que te pasó tu mare son ese tapetito que sustenta todas tus conductas relacionadas con los hombres. Si te das cuenta de que esa creencia te está haciendo mal y te cuestionas, “¿realmente yo quiero esto?”, estarás dando el primer paso.
Empiezas a ver que esto de ser enfermera, planchadora, cocinera, mamá, chofer, no funciona porque no estás siendo tú. Estás actuando para obtener algo y eso se siente del otro lado, y ni te admiran ni te respetan. A lo mejor al principio te funciona, pero a quién no le cansa ir a comer y que el mesero esté cada cinco minutos preguntando si necesita algo. Es lo mismo.
Y pasando el tiempo, lo que realmente va a sentir ese hombre por ti es lástima, coraje, odio, pena… Cuando vemos a una persona que se pone de tapete, pues la pisamos. Se requiere un santo para respetar y admirar a una persona que no se respeta ni se admira a sí misma. ¡Es hora de quitar el tapete!
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El camino hacia la recuperación
Es más retador y atractivo amar a alguien que se respeta y se ama que a alguien que se comporta como un trapo viejo. Alguien con límites inspira confianza porque sabes cómo conducirte, es alguien por quien te esfuerzas porque no vaya a ser que te deje… Y te importaría si eso pasara. Estos pasos te pueden ayudar a convertirte en esa persona que da miedo perder.
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