¿Qué hace Donald Trump para tener fans aun cuando insulta a mexicanos y más nacionalidades?
¿Te has puesto a pensar cuál es el atractivo de Donald Trump, de este flamante precandidato a la presidencia del país más poderoso de la Tierra?
Más allá de que se la pasa criticando a México y a los inmigrantes, a China y a los políticos convencionales, ¿sabes por qué este neoyorquino de 70 años acapara la atención de los norteamericanos y provoca opinión en propios y extraños?
Es gordo, güero desabrido, cara de prepotente y petulante, y aun así gana con sobrada ventaja a sus oponentes y está a dos pasos de convertirse en el 45 presidente de los Estados Unidos, ¿por qué?
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Tal vez la explicación más razonable sea porque se trata de un producto perfecto, fabricado a la medida de los deseos y las aspiraciones de consumidores cansados de lo mismo.
Sus consejeros, sus media trainers y sus publicistas han hecho un buen trabajo, Trump es un fenómeno inexplicable para muchos, hoy ya no lo será para ti.
Tú dirás: todos hacen lo mismo, buscan cómo crear esa clase de impacto, y tienes razón, pero a él y a sus asesores les ha dado un éxito inesperado, sorpresivo, extraordinario.
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El señor es un producto tan bien diseñado que consigue lo que llaman un efecto paradoja: mientras peor hables de él, mejor me cae; mientras más lo odies, más lo amo.
Date cuenta que su exitosa campaña gira alrededor de dos ejes:
El primero: Trump tiene algo de Pancho Pantera, aquel dibujo animado que anunciaba Chocomilk y que les decía a los niños: sean como yo, fuerte, audaz y valiente.
Llegó como ese personaje de caricatura, acompañado de una extraordinaria máquina propagandística que ofrece a los electores el conjunto de símbolos que les provocan seguridad y confianza. Observa como funciona;
1. Aparece siempre con su copete de superhéroe. Mucho pelo y muy rubio, estereotipos aspiracionales de virilidad y de supremacía de raza.
2. Su voz es clara, su gesto es franco, se le nota una apasionada convicción. Es categórico, directo. Acompaña lo que dice con movimientos exagerados y hasta dramáticos. Los que lo ven y lo oyen tienen una de dos opiniones: es un payaso o es nuestro Mesías.
3. En la mayoría de sus presentaciones usa impecable camisa blanca, corbata roja, traje azul marino. Como puedes ver no se trata de los colores del Santos Laguna. En él patriotismo y patriota se unen en una persona.
4. Banderas, muchas banderas, muchas rayas y estrellas que, además de combinar con sus outfits, envían un mensaje de legitimidad y de abundancia. Dicen: soy muy de aquí y traigo mucho.
5. Se presenta la mayoría de las veces en recintos abarrotados de gente. Parece que le buscan lugares que ofrezcan la apariencia de que no cabe un alma. No deja lugar a dudas, si siempre está tan lleno es porque, como el Sanborns para desayunar en domingo, debe ser bueno y seguro que es accesible.
6. En uno de cada cuatro o cinco discursos dice algo escandaloso que consigue la nota del día. No tiene que pagar a los medios. Prensa, radio y televisión garantizan sus audiencias con las frases groseras o desafiantes del multimillonario.
Pero hay más, su lema de campaña es muy atractivo: Make America great again (hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande); slogan que supera en intensidad y sentido de pertenencia al de sus adversarios más cercanos.
Ted Cruz ofrece: Reigniting the promise of America (Reencendiendo la promesa de America); y Marco Rubio, lanza: A new American century (Un nuevo siglo americano).
Sin duda doblega en creatividad a los de los demócratas Hillary Clinton que dice sólo: Hillary for America (Hillary para America) y al de Bernie Sanders: A political revolution is coming (ha llegado la revolución política).
Y aunque no lo creas, su campaña ha resultado ser la de más bajo presupuesto.
Armado a veces con una gorra en la que aparece su slogan, ha conseguido que algunas de sus absurdas e imposibles promesas de campaña provoquen respuestas agresivas hasta de funcionarios y políticos de primer nivel. Nosotros no pagaremos el muro, contestó uno en relación a una supuesta pared que propuso Donald construir en la frontera de México y Estados Unidos.
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No tiene idea de comercio ni de relaciones comerciales internacionales, contestó otro refiriéndose a la afirmación de Trump en torno al trabajo de mexicanos.
Tirándolo de loco, xenófobo, racista, fascista, la verdad es que le han hecho el caldo gordo, han estado jugando su juego calculado.
Y, el segundo eje: Trump representa el retorno a una época no muy lejana en la que el ciudadano común apreciaba como valores de un líder la intensa convicción, la defensa violenta y apasionada de los ideales, la expresión de ideas que no aceptaban discusión, la personalidad muy definida, muy decidida, el arrojo, el riesgo.
Época de hembras muy hembras, machos muy machos, malvados sin escrúpulos, galanes muy entrones, damiselas muuuuy vírgenes.
Fue una época gloriosa para el autoritarismo y la intolerancia, así, tal vez la concentración de tanto carácter y tanto poder en una sola persona hizo que las preferencias fueran cambiando hacia líderes más light, condescendientes, conciliadores, negociadores, menos definidos y menos definitivos.
No descuides entonces que a lo mejor las preferencias de algunos ciudadanos comunes regresan a los tiempos aquellos de las tres reglas: 1. el jefe siempre tiene la razón; 2. el jefe siempre tiene la razón, y 3. En el caso de que el jefe no tenga la razón consulta los números 1 y 2.
Si ganará o no, es otra cosa; si cumplirá sus promesas, es otra cosa. Hoy o lo amas o lo aborreces, pero hoy ya sabes por qué.
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