Algo nos pasó. Lo que no era aceptado antes, hoy pasa desapercibido o se acusa a quien lo difunde.
Algo nos pasó. Lo que no era aceptado antes, hoy pasa desapercibido o se acusa a quien lo difunde.
El sistema mexicano siempre ha sido corrupto y la tranza penetra casi todas las actividades sociales y políticas. Pero hubo un tiempo en el que si la mentira era descubierta había un costo. Aquí presento un par de casos nacionales.
Fausto Alzati fue nombrado secretario de educación al arranque del sexenio de Ernesto Zedillo. No duró en su cargo ni dos meses. Una publicación del diario Reforma señaló que Alzati no tenía el título de doctorado como él afirmaba. La presión creció y tuvo que ser removido. En 2012 las acusaciones por plagio contra el coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, Sealtiel Alatriste, crecieron hasta que renunció a su cargo.
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Hoy parece ser distinto. Una investigación periodística del portal Aristegui noticias sacó a la luz que la tesis de licenciatura del presidente Enrique Peña Nieto fue producto de plagio hasta en un 29%. En el México de antes o en otras partes del mundo hubiera habido costos, al menos morales. Hoy la mayoría de las reacciones en redes sociales y medios de comunicación es minimizar el engaño, decir que hay cosas peores.
En algunos ejemplos internacionales encontramos que por casos similares han tenido que renunciar en los últimos años un par de ministros alemanes, el de defensa y la de educación. En Hungría le costó el puesto al presidente.
El plagio es asunto serio, son pocos los casos en que universidades mexicanas lo han intentado abordar a pesar de ser, al parecer, una práctica común. En 2013, la UNAM publicó una encuesta sobre percepción del plagio. Los resultados son reveladores. Entre académicos se estima que saben de plagios entre colegas por alrededor de 50% en tesis, tesinas o publicaciones. Con los estudiantes la cifra es de 12% en tesis o tesinas. ¿Por ser frecuente no es relevante? ¿Da lo mismo si se es estudiante o presidente de la República? No, claro que no. Aunque el hecho es el mismo, las implicaciones, responsabilidades y representaciones son distintas. En todos los casos es reprobable pero las consecuencias deben ser diferentes.
Lo que no puede aceptarse es que sea tomado como algo normal, no tan importante. En otros países es importante y aquí en otros tiempos lo fue. Varias pueden ser las razones: los compromisos de medios de comunicación con la presidencia, la indiferencia ante todo lo que ocurre en nuestro país ya que se siente que nunca pasa nada o la fobia que muchos tienen por el equipo de Aristegui.
Para la presidencia no pasó nada. Emitieron un comunicado que en resumen dice que fue hace mucho tiempo, que la Universidad Panamericana le dio el título y que en todo caso hay errores de estilo. Me pregunto si estos argumentos hubieran sacado del problema a los políticos alemanes o húngaro arriba descritos. Seguro no.
¿Con qué autoridad moral pretende impulsar una reforma educativa un gobierno en el que su titular es acusado de plagio? Para el secretario de educación no hay problema, declaró que “hay cosas mucho más importantes”, que le “parece que es un señalamiento que no corresponde con la realidad” y que no es “trascendente o importante”. El plagio no le parece importante ni trascendente al secretario de educación. ¿Es un asunto de percepción o de hechos?
Pero bueno, 49 niñas y niños muertos en la Guardería ABC, más de 26 mil personas desaparecidas y más de 150 mil asesinados tampoco movilizan a medios ni sociedad, ¿qué esperar de un plagio?
Estamos muy mal. Tan solo veamos lo que ocurre fuera ante cosas similares.
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