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Trump más allá de su discurso

Trump es mucho más que un personaje para reírse o criticar, más que un racista y fascista.

Jacobo Dayán

Al principio con sorpresa e incluso con burla se tomaban las intenciones de Donald Trump para llegar a la presidencia de los Estados Unidos. El fenómeno Trump comenzó a crecer y crecer, sus cada vez más estridentes comentarios se reflejaban de manera positiva en las encuestas.

Arremetió contra los migrantes, amenazó con hacer construir un muro entre nuestros países que sería pagado por nosotros, afirmó que los musulmanes no tendrían entrada a los Estados Unidos, despreciaba a toda la clase política y se colocaba como el empresario exitoso y único capaz de sacar a flote la economía de su país, así como recuperar “el orgullo y dignidad” de una sociedad venida a menos.

Más que una persona argumentando tonterías que producía desinterés y luego preocupación, deberíamos analizar los altos índice de aceptación a su discurso y a su bravuconería. Más de un tercio de los simpatizantes del partido republicano respaldan este discurso y a una figura como la de Trump. Eso es lo preocupante, Trump es un síntoma de una sociedad con altos índices de racismo.

Algunos países se lo tomaron en serio, y bien hecho. En Inglaterra se debatió si lo dejarían entrar o no, mientras que nosotros recibíamos agresión tras agresión y ni la cancillería ni la embajada mexicana en Washington se atrevieron a decir que ese tono era inaceptable.

Varios especialistas trataban de tranquilizar a las voces que llamaban por un alto a ese discurso, decían que en el poder se moderaría. Demasiado peligroso como para dejarlo pasar así nada más.

Trump llegó a sentirse tan seguro que aseguró que podía matar a alguien en la Quinta avenida de Nueva York y seguirían votando por él y por primera vez en la historia norteamericana decidió no participar en un debate organizado por la cadena Fox, simpatizante del partido republicano. Se sentía imbatible, la realidad lo respaldaba ya que se mantenía en el primer lugar de preferencia para la candidatura republicana y nada lo movía.

Es un personaje como los muchos que empiezan a surgir en Europa con un discurso de odio racista y discriminación a flor de piel, similar a Marine Le Pen del Frente nacional francés o a políticos radicales como los que hay en Holanda, Hungría y otros.

Trump es mucho más que un personaje para reírse o criticar, más que un brabucón de cantina, más que alguien que toma riesgos en la estrategia publicitaria, más que alguien que desprecia a televisoras, más que una figura de coyuntura electoral, más que alguien capaz de centrar la atención durante este proceso electoral, más que el outsider que vino a irrumpir en un proceso electoral, más que un racista y fascista. Representa a un buen número de la población norteamericana, ¿qué tan grande? Aun no lo sabemos.

Esta semana comenzaron las primarias para elegir candidatos a la presidencia de los dos partidos en Estados Unidos. Inició en Iowa, Trump sufrió su primera derrota. La bola de nieve se detuvo. La preferencia lo colocó en un segundo lugar muy cercano al tercero. Sin embargo, Iowa no es el país entero, habrá que esperar unos días para ver cómo le va en New Hampshire y Carolina del Sur, y luego en el resto. Se trata del primer tropiezo importante de Trump pero no es definitivo.

De ganar sería un gran problema mundial pero aun no ganando debe prender alertas. Trump también es lo que representa y los números que tiene, esa sociedad allí y así está y puede engendrar el huevo de la serpiente. No quiero sonar exagerado pero el discurso es similar, en algunos puntos, con el de Hitler. Habla de una gran nación que debe recuperar el orgullo y dignidad, que sus males vienen por grupos ajenos a la gran nación que los recibe, que se debe generar un espacio físico entre ellos, que el mundo conspira contra su país, que vienen años difíciles y él, y nadie más, los puede enfrentar. Con esto no pretendo decir que las intenciones finales de Trump sean criminales, solo que el discurso se asemeja en parte.

Que no haya quedado en primer lugar es una buena noticia, pero no es tampoco buena noticia que haya ganado Ted Cruz. El Senador de Texas, Cruz, es un personaje también de mucha preocupación. Su obsesión religiosa y postura política ultra conservadora y nacionalista también debe preocuparnos.

Si a alguien le importa, mi candidato preferido en este proceso electoral es el demócrata Bernie Sanders.

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Experto en Derecho Humanos, historia mundial contemporánea, genocidios y relaciones internacionales.