El equivalente a una "puto" en el México prehispánico y que además solo aplicaba para los mexicas pasivos.
Si hasta para proferir insultos se requiere de tantita cultura; no es lo mismo que cualquier zarandajo homofóbico te diga “joto”, “maricón”, “puñal”, “cacha granizo” o cualquier otro adjetivo de su anquilosada retahíla de insultos; a que casual, agarre y te diga ¡CUILONI! Ahí es cuando uno dice ¡Ah chinga! Por lo menos es un homofóbico que informado.
En lengua náhuatl, cuiloni era el equivalente a “puto” en el México prehispánico, pero no solo se trataba de un insulto, también funcionaba como denuncia y alerta, ya que si un ciudadano mexica descubría a dos hombres dándose cariño, tenía la obligación de gritar ¡CUILONI! ¡CUILONI! De esta forma los amantes en cuestión eran detenidos y llevados ante las autoridades para recibir su castigo. El amante pasivo (el penetrado), era asesinado y al activo (el que penetra), lo golpeaban y humillaban públicamente. De hecho, el término cuiloni era tan machista, que solo aplicaba para los mexicas pasivos.
En el 2008, el ex jefe de la sección consular de la embajada de México en República Dominicana, José Luis Basulto Ortega con su libro “¡CUILONI! Historia de una lágrima” no solo da cuenta de la suerte de los cuilonis en la Gran Tenochtitlan, sino que va mucho más allá y plantea que el Imperio de México fue un obsequio de Moctezuma a Hernán Cortés como parte del cortejo amoroso que hubo entre ambos ¡ESCÁNDALO PREHISPÁNICO!
Basulto asegura que su novela está basada en quince pruebas documentales que demuestran la relación gay entre Moctezuma y Cortés, de tal forma que la Malinche aparece en esta historia únicamente como celestina y traductora de los enamorados. Y fue justamente a Cortés a quien los mexicas gritaron ¡CUILONI! ¡CUILONI! O sea, que lo que esta novela nos sugiere es que a la Gran Tenochtitlan no se la “llevó la chingada”, se la llevó el “chichifo” más caro de la historia.
Por su parte los mayas eran mucho más alivianados en cuanto a la sexualidad de su pueblo. El sexo formaba parte de sus ritos de guerra y religión, por lo tanto, no asesinaban a sus “ch’upul xIIb, kankalas” (homosexuales), de hecho, el sexo “gay” funcionaba como rito de paso que convertía en hombres a los jóvenes, y por esta razón los adultos conseguían esclavos sexuales para sus hijos ¿Qué tal los mayas ya en onda sado?
Y por ser fuente de creación, la diosa luna era concebida como intersexual. Si no me creen, échenle una leidita a “La semilla del hombre: sexualidad y fertilidad entre los mayas contemporáneos” de Mario Humberto Ruz.
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¿Qué les parece si aprovechamos que el próximo miércoles 17 de mayo es el Día Internacional de Lucha Contra la Homofobia, y comenzamos a llamar a las personas por su nombre, en lugar de reducirlas a un insulto, rol sexual o identidad de género?
Termina su columna y está seguro de que en su otra vida fue príncipe maya.
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