Hace unos días se aprobó en el Reino Unido la edición de embriones humanos con CRISPR. Muchos temen, otros aplauden, ¿pero qué es CRISPR?
Hace muchos años, probablemente miles de millones, las mejores ingenieras de la Tierra llegaron a una forma muy elegante y eficiente de permanecer con vida en el planeta. Las bacterias evolucionaron un sistema de defensa contra los virus que las atacan. Este sistema le toman una especie de foto al ADN viral y lo guardan para siempre en el genoma bacteriano. Cuando el virus vuelve a atacar, las bacterias solo tienen que buscar su foto, dársela a unas enzimas que así lo pueden reconocer y ¡traz! Cortarlo y deshacerse de él.
La foto del virus es en realidad un cachito de su ADN. Las enzimas defensoras copian la secuencia de este cachito y así se lanzan a buscar con bastante precisión aquello que quieren matar. Y lo hacen muy bien. Los humanos, siempre muchos pasos atrás, encontramos este mecanismo bacteriano en los años 80, y se le bautizó con el bonito nombre de “repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas”, CRISPR en inglés.
Fue hasta el 2012 que a una investigadora se le ocurrió que estos carteles moleculares de “SE BUSCA, SE OFRECE RECOMPENSA” podrían servirnos para cortar genes que no queremos. Al parecer, hay muchos genes que no queremos.
La técnica consiste en darle a las enzimas caza-recompensas la foto del gen que queremos destruir. Podría servir para acabar con los mosquitos de la malaria, para diseñar cultivos que se fertilizaran solos, y aplicado en humanos, para quitar genes de enfermedades como la hemofilia. Aunque sobre su aplicación en humanos, también es fácil pensar cómo esta técnica cada vez más popular por su fácil uso, precio económico y rapidez, podría con esas mismas características conducirnos al lado oscuro.
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