Cuando estás estresada se te nota hasta en el rostro, ¿por qué?
Cuando estás estresada se te nota hasta en el rostro, ¿por qué?
Todo tiene que ver con el cortisol, que es una hormona que en animales dispara una respuesta de “huye o pelea” ante el peligro o estrés. En condiciones salvajes, la huida o bien la pelea significarían un mayor chance de sobrevivencia. El cortisol hace que esta respuesta pueda ser rápida. Después de esa huida o pelea, el cuerpo se deshace del cortisol por la misma actividad física.
Pero en las condiciones de la selva de concreto, el cortisol tiene pocas oportunidades de deshacerse, ya que el estrés y el miedo por lo general lo encontramos mientras estamos sentadas durante el tráfico, en alguna junta con las jefas o haciendo corajes por comentarios en redes sociales. El cuerpo toma esto como si fuera un peligro, se libera cortisol, pero no se deshace sino que se acumula en nuestros cuerpos.
Y cuando eso pasa, ocurren muchos desastres asociados a esta hormona. Entre sus múltiples fechorías se encuentra que disminuye la función inmune, interfiere con la memoria y el aprendizaje, causa problemas gastrointestinales, incrementa la ganancia de peso, la presión sanguínea, el colesterol, además de que es un disparador potencial de trastornos mentales.
¿Cómo afecta eso a nuestra apariencia? Pues en todo. Estamos más expuestas a infecciones y por lo tanto a inflamaciones y rojeces; los nutrientes y vitaminas no son ni bien absorbidos ni bien distribuidos en el cuerpo; el cabello y las uñas se adelgazan y desaceleran su crecimiento, al igual que las células de la piel, por lo que las células muertas se acumulan lo que nos da una apariencia apagada; la producción de cortisol lleva a la pérdida de colágeno y elastina, que causa que la piel se cuelgue y pierda elasticidad. El flujo sanguíneo se va hacia los músculos (para poder huir o pelear), así que disminuye el flujo hacia la piel, deshidratándola, quitándole vitaminas y oxígeno.
Lo bueno es que podemos hacer algunas cosas para evitar la acumulación de cortisol, como por ejemplo hacerle creer al cuerpo que estamos huyendo o peleando por medio de ejercicios cardiovasculares. Respirar profundamente también puede ayudar, ya que activa al nervio vago que manda una señal al sistema nervioso para desacelerar el ritmo cardiaco y disminuir el cortisol. Otras actividades que también se ha visto reducen los niveles de esta hormona son el reír y divertirse con amigas, así como escuchar música que nos guste.
Así que puede ser que en vez de trabajar para poder comprar cremas antiarrugas, una solución más sencilla y efectiva sea darte un respiro con tus cuatas.
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