Y que te vas quedando sin chamba…

El shock de perder un trabajo es tal que muchos se consuelan con pensamientos tipo “al fin que ya ni estaba a gusto” o “para la mugre que me estaban pagando”.

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Pero lo reconozcamos o no, que nos hayan dado las gracias, aunque fuera con todo y una súper liquidación, no se siente padre.

 

No solo es el mal trago que pasaste cuando te dijeron “llégale”, sino todo lo que viene tras perder la chamba. Y mientras más repentino, peor. Seguramente tienes deudas, planes, familia, renta o estabas ahorrando para tus años dorados. Sea lo que sea, esto te ha movido el tapete financiero y va a impactar también en el plano personal. Tristeza, confusión, miedo y hasta enojo son sensaciones normales en este momento. Date chance de sentir; eso es normal. Nada más no te estaciones en el drama y en cuanto tengas ganas, empieza a moverte.

 

Algo que hace frustrante que te corran es que la decisión la tomó alguien más. Uno suele sentir que hace las cosas bien, que es una “injusticia”, pero pensar así solo empeora las cosas. Cada caso es muy particular, pero es muy poco probable que seas la víctima de un gran complot empresarial (especialmente si no es la primera vez que te corren en poco tiempo). Nadie decide tu destino, pero cada uno decide el de su empresa, así que quien sea tiene el derecho a dejar ir a un empleado que no se alinea con los objetivos de la compañía. O con el que no se lleva bien. Así es y ni modo. Mientras te recuperas del shock vale la pena que pienses, con la cabeza lo más fría posible, cuál pudo ser la razón, qué pudiste haber hecho distinto o qué hubiera convenido dejar de hacer. Es como un análisis post mortem de esa chamba. Asume que al menos tuviste un 1% de responsabilidad. Si eres capaz de ver eso, sobre este porcentaje puedes empezar a trabajar en hacer cambios.

 

La peor parte es cómo te vas a sentir: si eres muy joven, igual sientes que no das el ancho; si no estás tan joven, a lo mejor piensas que ya estás en decadencia. La sensación de fracaso es un peso muy grande y se agrava cuando somos muy duros con nosotros. Esto es especialmente cierto cuando tu trabajo o profesión te ha definido y hasta dejaste de lado tu vida personal. Si apoyas todo tu peso en una mesa y te la quitan de repente, caes con todo. Eso pasa cuando te recargas en tu la parte laboral: cuando te corren no puedes seguir siendo la misma persona y vas a tener que reconstruir tu identidad. Quizá sea una buena oportunidad para que no la bases en quien eres profesionalmente.

 

Es lo más normal que te preocupe, pero el futuro no es un lugar al cual llegar, sino el resultado de nuestras decisiones y acciones. ¿No te gusta lo que ves cuando imaginas tu futuro o temes lo que venga? ¡Estupendo! Ya sabes para dónde no quieres ir, así que ahora haz lo que debas para alejarte de la zona de estancamiento y toma las acciones necesarias para acercarte a la zona de crecimiento y cambio. Con miedo, sin miedo o a pesar del miedo. Aguas aquí con la culpa o el resentimiento, que esos solo llenarán tu camino de piedras. El pasado no lo puedes cambiar, pero frente a ti siempre hay un espacio para que vayas construyendo el futuro.

 

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Tanatólogo y psicoterapeuta. Experto en pérdidas, autor de Los claroscuros del amor y el auténtico rockstar del amor.

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