En general no es fácil ser papá o mamá, pero es todavía más difícil cuando tus hijos deciden no cooperar. Te ayudamos a entender mejor a tu crío para que lo disfrutes más
No cabe duda que la influencia que tenemos como padres en la crianza y educación de los chicos tiene un peso fuerte y es nuestra responsabilidad buscar mejores caminos que faciliten su crecimiento y bienestar, pero no toda reacción del pequeño tiene que ver solo con lo que nosotros hacemos o dejamos de hacer. Los niños traen su propia carga hereditaria, que se deja ver a través de su temperamento, el cual los hace mostrarse y reaccionar de formas particulares a los estímulos que los rodean. Hay niños que suelen ser dóciles y no causar problemas, otros tienen ciertos rasgos que los hacen más complicados y unos de plano tienen un temperamento taaan difícil que suelen tener problemas en la escuela, en casa y a donde sea que vaya. Pero todo eso se puede controlar, sigue leyendo para entenderlo más a fondo.
No. Todo depende de los rasgos temperamentales que tengan, así como de la intensidad de los mismos. Aunque el temperamento no cambia, sus manifestaciones en la conducta sí se pueden modificar. Si comprendemos y manejamos adecuadamente a nuestros hijos, no solo los ayudaremos a que desarrollen todo su potencial, también podremos disfrutar mucho más de ellos.
1. El súper activo
Se acelera fácil y simplemente “no puede estarse quieto”, en especial esperando al doctor, en casa de un tío o en el coche. Aquí necesitas cuestionarte a qué lugares TIENE que ir y a cuáles no, de verdad no te quiere acompañar al notario, ¿o sí? Estos chicos tienden a irse acelerando poco a poco, no es que se desboquen de un momento para otro, entonces tienes que estar pendiente del ritmo al que va “subiendo la temperatura” para intervenir oportunamente.
Rotular: “te estás poniendo muy inquieto y te puedes descontrolar”, “estás muy acelerado, vamos a tratar de que te tranquilices”.
Solucionar: una opción concreta es preparar “la maletita de las salidas”, con cuentos, hojas y colores, algún lunch, música, etc. Tenerla a mano nos ayudará a proponer juegos y actividades en vez de estar “no te mueves, siéntate ahí, estate quieto…”
2. El distraído
Se inquieta con facilidad, sobre todo cuando tiene que sentarse a hacer la tarea o ponerse a alzar su cuarto: empieza a jugar con el lápiz, a mecerse y brincar en la silla, a rascarse, etc.
Rotular: “entiendo que te cuesta trabajo estar quieto y concentrado por mucho tiempo”, “sabemos que has hecho mucho esfuerzo y empiezas a sentirte quieto”.
Solucionar: nosotros debemos entender cuánto tiempo puede estar concentrado, sentado trabajando en esta tarea de acuerdo con su edad. Esto nos permitirá ponernos metas adecuadas y tiempos lógicos para que el niño vaya cumpliendo sus metas. Le podemos explicar con ayuda de un reloj, que durante media hora se aplicará a lograr determinada tarea. Dejarlo liberar energía por medio de pausas: después de cierto tiempo puede ir a por un vaso de agua, al baño o brincar tantito, pero debe saber que tiene que regresar a terminar lo que estaba haciendo.
3. El enojón
Es desconcertante, como padres, no entender por qué de pronto la criatura se muestra seria o molesta sin alguna causa aparente o por algo que a ti sinceramente te parece insignificante.
Autorrotular y autosolucionarnos: hay que decirnos a nosotros mismos: “este es mi hijo(a) enojado y está bien”. Si hacemos conciencia de que tiene que ver más con su temperamente que con el hecho de que está pasándola “muy mal”, nos tranquilizaremos y le daremos menos importancia. Si él acostumbra expresarse de esta manera peculiar, acéptalo.
4. El terco (quiere o no quiere)
El “comportamiento enfrascado” o repetitivo que consiste en querer insistentemene algo, por ejemplo, pedir que lo peinen una y otra vez porque no queda como él quiere, o que le aten y desaten las agujetas del zapato porque no las siente bien, o que le compren un juguete. Se muestran las características de poca adaptabilidad y un umbral de sensibilidad bajo.
Rotular: “Tengo claro que no te gusta tu peinado”, “entiendo que sientas extrañas las agujetas”.
Solucionar: como padres tenemos que ser conscientes de que continuar en este ritual interminable, además de acrecentar una sensación de servilismo con el niño, hace crecer su malestar e incomodidad, porque se enfrasca en un comportamiento desesperado que nunca es suficiente. Le técnica a aplicar aquí es ponerle fin a la situación. Le decimos: “te voy a peinar una vez más y se acabó”. Si lo hacemos desde el principio, evitaremos que crezca el malestar. Peeeero, si se puede solucionar desde un principio , ¿para qué pelear?
Es importante tomar en cuenta que en la mayoría de las ocasiones, no es que tu hijo te quiera molestar. Por lo tanto, más que castigarlo, tenemos que aprender a manejarlo mejor. ¿Para qué? Primero, para evitar que las conductas terminen en berrinches (que muchas veces detonan por nuestro manejo bienintencionado pero equivocado); segundo, para ayudarle a entender mejor lo que siente y que sepa que es un niño normal y adecuado; y tercero, porque no podemos castigar una conducta que de alguna manera sale de su automanejo.
Dependiendo de las características del niño o niña, cada situación es diferente, pero lo que siempre nos va a ayudar a centrarlos es la rotulación, que significa reconocer la emoción del niño para poder encontrar una solución. Aprende a comunicarte con tus hijos para que no sufras, el chiste es disfrutarlos.
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