¿Los ciegos también sueñan?

Ser invidente puede o no ser una tragedia porque ya se está ahí.

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Me quedé ciego a los 14 años, hace 10 años, por dos accidentes automovilísticos distintos que me convirtieron en el rey de las estadísticas de los accidentes, el rey de la mala suerte. Estaba en tercero de secundaria. Jamás pensé que sería ciego, completamente ciego. Llevaba una vida normal, feliz, como la de cualquier adolescente, jamás me detuve a pensar en mis ojos, en la acción de ver el mundo, los rostros de mis padres, ver mis manos, la piel, los poros que la componen y los minúsculos vellos que brotan de cada uno. Ahora solo los imagino. Quise morir.

Como dijo el personaje que interpretó Al Pacino en Perfume de Mujer “estoy sumido en la obscuridad”. Esa película no la pude ver, solo escuchar, y estremeció mi alma. Pasaba por la misma depresión que el protagonista, solo que no tenía medios para quitarme la vida. Ni los medios ni el valor o la cobardía suficiente, como se quiera ver.

Enfermedades que causan ceguera

Quedarse ciego no es fácil, es terrible. Es peor que morir, porque al morir te vas, ciego te quedas. Me encerré en mis tinieblas, en mi cuarto, en mi cama, meses. Quería dormir; soñar. Todos se preguntan qué soñamos los ciegos. Yo sueño en colores brillantes, deslumbrantes, paisajes atiborrados de verdes, rojos, amarillos, con cielos azules cargados de nubes, con arcoíris luminosos, cascadas multicolores, rostros hermosos, cuerpos, texturas, es como volar. En mis sueños también puedo volar, tal cual. Y entonces esa sensación de volar, me levantó de mi cama, para volar, para ser libre de mis ojos, de mi cuerpo de mi depresión.

Hablé con mi papá y, feliz, me apoyó en lo que le pedí. Tomé un curso de paracaidismo en Morelos. Me enseñaron todo sobre la caída libre, las posturas, los arneses, los equipos de medición y a diferenciar las alarmas auditivas y de vibración. Y así hice mi primer salto acompañado a 12,000 pies el 12 de enero del año 2009. Seis meses después hice mi primer salto en solitario, y a la fecha llevo más de mil saltos, completamente solo.

El futuro de los ojos 

El paracaidismo me abrió la puerta a todo lo demás, domino el sistema Braille, el bastón de invidentes, los asistentes digitales para computadora, soy ingeniero en cibernética, diseño programas para invidentes y estoy aprendiendo escultura y fotografía. Fotografía ¿por qué no? En estos diez años he logrado cosas, que seguramente no hubiera hecho si no hubiera perdido la visión. Tengo grandes amigos videntes e invidentes que se desenvuelven en casi todos los medios que nuestra condición permite. ¿Si daría algo por volver a ver? Hoy conozco mejor el rostro de mi madre que antes de perder la visión. No me falta nada. Me di cuenta que la vida es hermosa, en todas sus formas, que, los ojos son solo una forma de percibirla, muy importante, pero no imprescindible.

Si el futuro me trae la visión de regreso gracias a la tecnología, como lo he investigado, que sea bienvenida. Entre tanto, la visión no me preocupa, porque la tengo todas las noches, después de mis largos días de penumbra y me dispongo, desde mi cama, a volar en cielos multicolores que nunca vi, libre, como nadie más lo puede hacer.

Así como lo narra este paciente ficticio, ser invidente puede o no ser una tragedia porque ya se está ahí. En su caso quedó invidente por cuestiones del destino. Sin embargo, es una tragedia mayor ser invidente y haber podido evitarlo como los miles de diabéticos, personas con cataratas y glaucoma que pierden la visión año con año en el mundo. Cuida tus ojos. ¡Vive la vista!

¡Nos vemos en una semana!

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