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La obesidad se “traga” a tu cerebro y estas son las consecuencias

¿Gordito, pero feliz? Eso no existe. La obesidad no solo es un problema físico, también se va tragando tu cerebro. Ponle un stop a tu hambre.

Eduardo Calixto

Los antojos y la obesidad empiezan en el cerebro, no en el estómago, porque es ahí donde se decide qué, cuándo y cuánto comer, y donde desata el efecto neuroquímico que el sabor, la consistencia y la temperatura de los alimentos dejan en nuestra memoria (¿quién no se acuerda de la sopita de la abuela?). Si te dejas ir como gordo en tobogán no solo te vas a inflar como llanta, también vas a destruir tu cabecita.

 

El proceso neuroquímico de ponerse como puerco

Antes de comer, el cerebro se prepara ordenando al páncreas que libere hormonas para incitar el hambre y disminuir los niveles de glucosa. También libera leptina, que es la responsable de ponerle fin a las ganas de seguir comiendo (y que al parecer no nos funciona muy bien).

 

En sentido anatómico, tu gordura se la debes a estas áreas:

  • Corteza prefrontal: recibe el sabor de la comida.
  • Área tegmental ventral: desea postres y dulces. Los carbohidratos, lo dulce y las grasas te hacen recordar los primeros años de vida, pues la leche materna está llena de estas sustancias. Está, además, hace que asocies la comida con el afecto y la tranquilidad.
  • Amígdala y núcleo de accumbens: registran la felicidad que provoca comer. Cuando comes se libera dopamina y endorfinas que cambian tu estado de ánimo, te tranquilizan, y te hacen feliz.
  • Hipocampo: el culpable de tus antojos y hambre feroz, específicamente, por unas hormonas llamadas orexinas que se alborotan cuando duermes menos de cinco horas.

 

Tu cerebro obeso

Las consecuencias de la obesidad no son solo físicas ni estéticas. Esto es lo que pasará si no le pones freno a la boca:

  • Las neuronas trabajan menos, sobre todo las encargadas de la atención y la memoria.
  • El flujo de sangre al cerebro cambia (porque la presión arterial aumenta con cada kilo), esto incrementa las probabilidades de sufrir accidentes vasculares.
  • Se dañan las conexiones cerebrales y te va a ser más difícil tomar buenas decisiones.
  • La corteza cerebral pierde neuronas y eso aumenta los riesgos de padecer Alzheimer.
  • Con ella llegan la depresión, la ansiedad y algunos estados obsesivos compulsivos.

 

El azúcar, las grasas trans y los alimentos procesados te hacen más “tonto”, porque alteran la captación de insulina, provocando que no llegue energía al cerebro para procesar el pensamiento y las emociones, encogen el cerebro y afectan sus funciones cognitivas.

 

Dile bye al cerebro gordito

  • Bajar de peso genera mucha ansiedad y esa a su vez te da más hambre. Éntrale al mindfulness para calmarte.
  • Olvida los estimulantes o depresores que afectan el cerebro, por ejemplo, el café o el alcohol.
  • Duerme bien, el sueño disminuye las orexinas, hormonas del hambre.
  • Mide tu cintura regularmente, la obesidad empieza en el abdomen.
  • Camina y haz ejercicio, además de quemar calorías produces dopamina y condiciones para el crecimiento neuronal.
  • Busca otras formas de sentirte feliz.
  • No cuentes calorías porque te lleva a darte atascones.
  • Toma dos litros de agua al día.
  • Come equilibradamente y, de ser necesario, busca ayuda profesional.
  • Incluye en tu dieta omega 3, grasas monosaturadas y vitaminas B, C, E y K (que vienen en el salmón, aguacate, nueces, huevo, aceite de oliva y aceite de coco).

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Médico cirujano con Doctorado en Neurociencias.