¿Gordito, pero feliz? Eso no existe. La obesidad no solo es un problema físico, también se va tragando tu cerebro. Ponle un stop a tu hambre.
Los antojos y la obesidad empiezan en el cerebro, no en el estómago, porque es ahí donde se decide qué, cuándo y cuánto comer, y donde desata el efecto neuroquímico que el sabor, la consistencia y la temperatura de los alimentos dejan en nuestra memoria (¿quién no se acuerda de la sopita de la abuela?). Si te dejas ir como gordo en tobogán no solo te vas a inflar como llanta, también vas a destruir tu cabecita.
El proceso neuroquímico de ponerse como puerco
Antes de comer, el cerebro se prepara ordenando al páncreas que libere hormonas para incitar el hambre y disminuir los niveles de glucosa. También libera leptina, que es la responsable de ponerle fin a las ganas de seguir comiendo (y que al parecer no nos funciona muy bien).
En sentido anatómico, tu gordura se la debes a estas áreas:
Tu cerebro obeso
Las consecuencias de la obesidad no son solo físicas ni estéticas. Esto es lo que pasará si no le pones freno a la boca:
El azúcar, las grasas trans y los alimentos procesados te hacen más “tonto”, porque alteran la captación de insulina, provocando que no llegue energía al cerebro para procesar el pensamiento y las emociones, encogen el cerebro y afectan sus funciones cognitivas.
Dile bye al cerebro gordito
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