#LoBuenoDeLoMalo: ser de provincia en la CDMX

En algún momento de la vida, muchos mexicanos hemos dejado nuestra tierra natal para probar suerte allá en "la Capital", la imponente Ciudad de México, y conquistar nuestros sueños...

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TE DAS CUENTA DE QUE NO TE ALCANZA PARA NADA
Con lo que pagas aquí, y no hablo de una casa o un depa, sino por un cuartucho pinchurriento en una colonia de medio pelo, te alcanzaría en tu ciudad para rentar una casa de tres recámaras, dos cocheras y hasta alberca. Es casi como mandar remesas y hacerte de una casita para rentar, porque aquí hasta las quesadillas (sin queso, obvi) cuestan un dineral.

TE DESTANTEAN LAS DISTANCIAS, LOS TAMAÑOS Y LA CANTIDAD DE GENTE
Siempre que alguien dice que vive cerca, te imaginas que es a tres cuadras, cuando en realidad tienes que tomar un camión, dos metros, un Uber y caminar un poquito para llegar, y eso si tienes la suerte de no subirte en la dirección incorrecta del metro. Intentar regresar a casa en Navidad o Año Nuevo es más difícil que conseguir un taxi en viernes de quincena, las terminales de autobuses son un maldito infierno. ¡¿De donde sale tanta gente?!

TE BULLEAN A CADA OPORTUNIDAD
Cada que vas de regreso a tu ciudad para alguna fiesta, el cumpleaños de tu mamá o las vacaciones, todo mundo te pregunta “si ya te vas a tu pueblo”, como si no existiera otra ciudad más que la capital. Por lo mismo, juran que en tu ciudad (pueblo, para ellos) absolutamente todo mundo se conoce y que seguro “conoces al primo de mi amigo que también es de Hidalgo…” También creen que en provincia no hay absolutamente nada que hacer, que nos dedicamos a dar vueltas en el kiosko, a beber en el carro, mientras recorremos un camellón y que por eso inventamos cosas rarísimas como las cruzadas o los pulpos, o que esperamos con ansias la Feria.

TE “TRANSFORMAS” EN MESES
Todos tus amigos aseguran que llegaste con una caja de huevo llena de pastes (si eres de Pachuca, como yo), en huaraches y rebozo, pero como ahora traes tenis y vives en la Roma, ya te sientes capitalino. Por eso dejas de decir palabras domingueras que para ti son de lo más normal, tipo “ocupo”, “pluma”, “carro”, para que no te digan que hablas bien chistoso. ¿Quién iba a pensar que nadie dice carro en la capital?

TE SIENTES OBSERVADO
Parece que todo mundo sabe que no eres chilango. Más de una vez te ha bajado una lana alguna gitana que te lee la mano, un godín que perdió su cartera y no tiene para el metro o un vendedor de cupcakes que lo único que quiere es salir adelante con sus estudios. Pueden pasar años antes de que aprendas a identificar a un gandalla, pero a ellos les toma dos segundos saber que vienes de “fueras”.

Aun así, es mucho más fácil (sobre)vivir en la Ciudad de México sabiendo que siempre puedes regresar a un lugar donde las quesadillas tienen queso, no todo va en bolillos y llegas a cualquier lado en siete minutos.

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