Lo malo de lo bueno: la lactancia

Por todos lados recomiendan la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de un bebé, pero lograrlo puede ser una verdadera pesadilla.

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Estando embarazada todo mundo te bombardea con la idea de que amamantar a tu bebé es lo más mágico e increíble que te puede pasar. Hasta que te lo pones en la chichi y no pasa nada. “Te va a salir súper natural, vas a ver”. Nunca algo me había sido menos natural, y eso que al día siguiente del parto ya no aguantaba el dolor de la cantidad de leche que tenía acumulada.

PRIMERO, LO BUENO…

  1. Es lo mejooor para el bebé, la leche materna es tan buena que no ha habido forma de imitarla y hasta existe un mercado negro.
  2. Es gratis, comparada con lo que cuesta la fórmula sin lactosa, que es la que más se acerca a la real.
  3. ¡Quemas calorías! Nadie te dice que la joya de la lactancia es que puedes tragar más que cuando estabas embarazada y no engordas.

AHORA, LO MALO.

Ocupa casi todo tu tiempo. No hay forma de explicar cómo te consume. Cuando tienes un bebé pegado cada dos horas, sobre todo al principio,

No duermes. No te puedes bañar, no puedes limpiar tu casa ni comer como una persona de-cente. No me imagino los celos y el cansancio cuando tienes más hijos.

Es muy solitaria. Si tu bebé corre con la suerte de tener un papá que se quiere súper involucrar, no va a poder, aunque quiera. A menos que tengas una nodriza, eres la ÚNICA persona que puede darle de comer a tu hijo. Mientras estás de incapacidad, pasas días enteros en casa sin ver a nadie y la criatura es tan chiquita que ni te pela, ¡¿cuál bonding?! Tu extractor se convierte en tu mejor amigo: aunque tú hagas el trabajo duro (quemando calorías), te puedes dormir mientras tu marido le da de comer. El mundo sería un lugar más feliz si, ya que tú llevaste nueve meses al bebé y pujaste para que saliera (o te abrieron a la mitad), al macho le tocara la lactancia. Pero el mundo es un lugar muy injusto.

Duele como la chingada. ¿Te has enchilado tanto que tienes que sorber aire para que se te pase? Así sientes los pezones después de cada sesión de amamantado o pump. Tanto que no te quieres ni volver a vestir porque no soportas que los toque la tela. Por más lanolina que te untes, es un dolor que no se compara ni con las contracciones. Y eso que mi bebé todavía no tiene dientes.

Y para colmo, los traumas. Cuando tienes que regresar a trabajar porque ya te acabaste tus “vacaciones” y días económicos, si tienes suerte, hay dónde sacarte la leche y te puedes ir temprano cargando tu lonchera de lechitas y le sigues dando el famoso oro líquido a la criatura, pero si no, cambias de golpe a la odiada fórmula y le creas un trauma. Ni modo, una tiene que trabajar. La lactancia es de esas cosas que sientes que te tienen que salir perfectas a la primera y que si no lo logras eres la peor madre del mundo. Y ¿qué crees?, tu hijo ni se va a acordar. Si no se te da, ¡no pasa nada! Porque lo mejor para un bebé siempre será tener una mamá feliz. También es una gran lección de vida, es la primera de muchas cosas que vas a tener que hacer, aunque no quieras, solo porque es lo mejor para tu hijo.

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