Existen conductas claras que revelan si sigues siendo la nenita de papá o el bebé de mamá; pero hay comportamientos más sutiles que, aunque demuestran que te falta autonomía, pueden cambiarse rápidamente.
- Te produce ansiedad tomar una decisión de pareja sin consultarla con tus padres
- Cuando tienes un problema amoroso lo consultas con ellos
- Reaccionas mal cuando tus papás te hacen alguna observación, comentario o reclamo
- Temes que tus padres enfurezcan cuando tomas una decisión que quizá no sea de su agrado
- No te sientes tranquilo cuando no le cuentas a tu papá/mamá un proyecto de vida porque necesitas privacidad para lograrlo
- En las conversaciones con tu pareja todo el tiempo sale a colación lo que pensaría, haría o diría tu mamá/papá
- Si te alejas de ellos por un tiempo considerable, experimentas una sensación de desprotección, aunque tu pareja esté contigo
- Te da culpa realizar alguna actividad que les guste a tus padres y no invitarlos
- Falseas información porque te da miedo que te juzguen por las decisiones que tomas
- Si tienes que tomar una postura entre tu pareja y tus papás, prefieres “hacerte de la vista gorda”
- Si tus papás le dan una orden a tus hijos o a personas a tu cargo que contradice la de tu pareja, no los confrontas
- Priorizas las necesidades físicas o temporales de tus padres en vez de las tuyas o las de tu pareja
CUÁNTAS VECES CONTESTASTE QUE SÍ?
1-3 ¡Felicidades! Cortaste el cordón hace tiempo, por eso tienes relaciones de pareja distintas de los patrones de tus padres.
4-6 Ahí la llevas. Estás en el camino correcto para encontrar tu autonomía. El tiempo y la conciencia te la darán.
7-9 ¡Híjole! Sigues amarrado emocionalmente a tus padres y eso puede estar desgastando tu relación.
10-12 ¡Ya mejor regrésate a vivir con tus papás! Lograr la madurez a través de la diferenciación de nuestros padres es una tarea básica y es el único camino para crecer en serio y desarrollarnos como personas.
Estos pasos te pueden ayudar:
- Experimenta el malestar emocional que te genera la situación. Checa todo lo malo que te ha traído este dramón: las relaciones fracasadas, los temores y la angustia en la que vives.
- Nombra el problema. Ponle nombre a tu problema: sí, mamá/ papá. Reconocer todo lo que sí te han dado y han hecho por ti no significa que no haya llegado el momento de la autonomía.
- Encuentra un testigo. Comparte con alguien cercano, quien haya notado el problema, que esta relación disfuncional está obstaculizando tu crecimiento.
- Haz un inventario de los daños. Realiza un recuento de las áreas de tu vida que están detenidas, dañadas o atrasadas por el excesivo apego que tienes a tu padre o madre.
- Olvida el drama y prepárate para el cambio. Necesitas experimentar el miedo, la culpa, la tristeza y el nerviosismo de decidir cambiar. Sin eso no puedes hacer la transición. Si esperas que el temor desaparezca o que tus papás estén de acuerdo con tu decisión, jamás lograrás la transformación.
- Suelta las “ventajas” de seguir siendo niño. Cuesta trabajo crecer, uno se resiste a soltar los privilegios pero tienes que rechazar la ayuda, no contestar algunos mensajes, tomar decisiones que sabes que los perturbarán, etc., aunque eso signifique perder algo.
- Piensa libremente. Comienza por preguntarte qué es lo que deseas, qué has dejado de hacer por temor al rechazo de tus padres. Sueña, piensa y siente la emoción de un futuro posible.
- Cambia de aires. Búscalo, pregúntale, únetele al que tenga una vida como la que quisieras tener. Las nuevas amistades, las rutinas novedosas y los encuentros te pueden empoderar.
- Comienza a actuar por tu cuenta… aunque sea paso a pasito.
- Actúa, toma decisiones por ti mismo, aunque te genere ansiedad no consultar a tu progenitor. Corre riesgos, así vas a ir abriendo nuevas posibilidades y adquirirás la seguridad para moverte a tu aire y disfrutarlo.
- Consulta a un profesional. Si estás demasiado estresado o te sientes paralizado, vas a tener que ir a terapia para que te ayuden con esta transición.
No se trata de cortar la relación con tus padres de un día para otro. La verdadera madurez implica lograr establecer una relación balanceada que favorezca el intercambio de afecto, sin entorpecer la necesidad de madurar. Tus padres han hecho su propia vida. Los hijos no podemos ser el proyecto de vida de nuestros padres y ellos no pueden ser nuestro único punto de referencia y contención.
La vida familiar es rica y buena casi siempre, pero la realidad externa es bastante más variada y atractiva de lo que aprendimos en nuestros primeros vínculos infantiles.