No se trata de sufrir toooodo el tiempo, pero no se vale que no nos dejen estar tristes, pasar por duelos o enojarnos
Sin duda todos queremos ser felices, pero a veces idealizamos la felicidad y pensamos que es el único objetivo que debemos tener en esta vida. Bueno, eso no es cierto, simple y sencillamente no se puede ser feliz todo el tiempo. Esta vida tiene muchos motivos para sentirte feliz y pleno, para disfrutar la belleza y el contacto con las personas y otros seres vivos, pero también tiene rostros dolorosos y llenos de carencia y deshumanidad. Hay muchas experiencias que más que hacernos sentir tristes nos duelen y resulta que cuando nos enfrentamos a estas situaciones no sabemos cómo manejarlas, ya que lo que se nos enseña es que hay que tratar de ser felices pese a todo.
Considero que justamente esta es una época en la que ser feliz al cien es muy complicado con tantas experiencias dolorosas en tanta gente, con tanta incertidumbre, cambios, situaciones nuevas y atemorizantes. De pronto la lucha por tratar de ser feliz se convierte en una misión imposible, en una lucha contra ti mismo y lo que de verdad estás sintiendo. Entonces te enfrentas a los mensajes de “mantente positivo”, “échale ganas”, “esto es para aprender”, “no bajes la guardia”, “que la circunstancia no pueda contigo” y tienes que ponerle buena cara al que te lo dice, cuando en el fondo lo que quisieras es hacerte bolita en tu cama, no salir por varios días y dejarte sentir lo que hay en el fondo.
Aprender a sentir
¿Solo la felicidad es digna de sentirse? ¡Nooo! Creo que hemos aprendido a ser neuróticamente felices, a tratar de no ver los conflictos y darles la vuelta por no saber cómo lidiar con las pérdidas y negar nuestro miedo porque tener miedo no es para los fuertes; hemos aprendido a tragarnos las emociones que consideramos amenazantes porque nadie nos enseñó a lidiar con dignidad, sin ser una víctima o sin rendirte ante ellas. Así es como deberíamos enfrentar las emociones negativas, pero nadie nos dijo cómo hacerlo.
Quiero que pienses en cómo sentían tus padres su tristeza, su miedo o enojo, ¿dirías que los expresaban sanamente? ¿Te acuerdas cómo era cuando tus padres mostraban esos sentimientos? ¿Se hacían responsables de esos sentimientos?
La verdad es que la mayoría de nuestras experiencias tempranas con esas emociones que consideramos negativas o amenazantes no fueron muy buenas. Probablemente cuando tus padres sentían tristeza la enfrentaban como niños abandonados por su dolor y sin capacidad de gestionarla con adultez; o cuando se enojaban explotaban y lastimaban, sin la capacidad de mostrar su enojo con responsabilidad y respeto.
Al ver eso, nosotros fuimos aprendiendo a ocultar lo que sentimos o a vivirlo sin capacidad de autocontención, quizá a través de nuestros modelos en la infancia o de toda una cultura que nos muestra un manejo muy pobre o nulo de las emociones dolorosas.
Siente con dignidad
Todas las emociones son dignas de sentirse y tienen la función de completar una necesidad que estamos viviendo, hay que aprender a vivirlas sin que te devoren, se trata de estar presente y consciente de que estás sintiendo, por ejemplo, tristeza y que puedes hacerte responsable de esa tristeza.
La idea es sentir como adulto y no como un niño herido que se siente solo y rebasado por su dolor. tienes derecho a sentir y desahogar tu tristeza, eso no te hace un deprimido, nefasto, aburrido, ni hace a la tristeza la dueña de tu vida. Se trata de poder darte un espacio de silencio, de contacto para literal, sentir y desahogar todo lo que haya que sentir.
Todas las emociones tienen una carga importante de energía y cuando las sentimos, esa energía se descarga y es como un alivio. Muchas veces, cuando nos sentimos llenos de ansiedad tiene que ver con todas las emociones negadas en nuestro interior, toda esa energía que estamos frenando porque nos asusta y entonces se convierte en ansiedad, por eso estás pensando todo el tiempo y ni dormir puedes.
Adiós depresión
Es muy común reprimir por mucho tiempo las emociones dolorosas, por eso cuando salen son una carga energética que nos desborda y acabamos reforzando la idea de que es horrible sentirlas. Imagínate que vas acumulando y acumulando refresco en un vaso, poco a poco y el día que se llena el vaso de gas es cuando tú ya no aguantas más, sale todo eso acumulado, sin control, atropellándote y embarrando todo y a todos.
No hay que permitir que estas emociones se acumulen, más bien tenemos que aprender a tener una salud emocional dándole espacio cotidiano a lo que sentimos, si es miedo, si es tristeza si es enojo, etc. y tratar de parar nuestra necesidad de entenderlas. Las emociones no se entienden, se experimentan, y cuando se viven y se siente ya estás completando su función sin que lo tengas que entender.
Ahora que sabes todo esto, ¿vas a seguir dejando que te obliguen a estar de buenas cuando algo no salió bien? O, peor aún, ¿vas a seguir diciéndole a todo mundo que sonría porque no hay que llorar? Espero que no, porque esa obligación de estar felices todo el tiempo, a la larga, nos hace más daño que pegar un grito o derramar un par de lágrimas cuando algo no sale como esperábamos.
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