¿Por qué duele tanto? ¿Se vale seguir con un poco de rencor?
Todos hemos sentido alguna vez cierto rencor o resentimiento hacia otra persona por algo que nos ha hecho y que sentimos que no podemos perdonar.
Es habitual escuchar historias de personas que viven esperando a que alguien les pida perdón. También puede que ya hayan asumido que eso nunca ocurrirá, y aun así mantienen el sentimiento dañino dentro de ellos.
Lo que a menudo se olvida o se ignora es que el verdadero perdón nunca vendrá de fuera, sino que ha de nacer de uno mismo. Lo más complicado no es perdonar a otros, sino perdonarnos a nosotros mismos.
Perdonar no significa olvidar lo que ha pasado: en los momentos más dolorosos es precisamente donde mejor nos conocemos.
Pero quedarse anclado a ese dolor no nos ayuda a sanar, sino todo lo contrario: mantiene la herida abierta.
Aprende a transformar el dolor
Independientemente de lo que ocurriera en el pasado, cada uno tenemos el poder de transformar ese dolor y aprender de la experiencia.
Es importante tomar conciencia de que esa rabia que sientes te hace más daño a ti que al otro. La persona que te causó el dolor puede estar arrepentida o no, pero eso no cambia tu situación.
Guardar rencor es como tu tomar el veneno, y esperar a que la otra persona se muera.
Para llegar a recordar lo sucedido sin que duela, para aceptarlo como una etapa más de este juego de la vida, tenemos que vivir el perdón más como una decisión que como un sentimiento.
El primer paso para conseguir sanar es reconocer cuál ha sido el daño: ¿Qué ha pasado?
¿Es algo que hiciste y que no te has podido perdonar? ¿Es algo que hizo alguien que te hizo sentir muy mal? ¿Un amigo te ha traicionado, tu pareja te ha sido infiel, se produjo un accidente? ¿No perdonas a tu madre porque ha muerto? ¿Tus padres son responsables de la persona que eres por cómo te educaron? ¿Sientes que alguien te ha destrozado la vida?
Así será posible hacer una limpieza a fondo y volverlo a llenar de alimentos nuevos y recién comprados.
Cuando revisas de forma consciente lo acontecido es importante que centres tu atención en qué emociones emergen de ti.
Generalmente son esos sentimientos que, sin darnos cuenta, hemos asociado a los hechos que vivimos, los que más nos dificultan romper con todo y liberarnos.
Suelen ser emociones como la rabia, la culpa, el miedo, la vergüenza o la ira.
Todas las emociones que podemos sentir son útiles y por eso existen, sólo que no siempre somos capaces de entender su utilidad.
Date permiso para expresar libremente lo que sientes: saca la rabia, la ira, el enfado que llevas por dentro. Puedes escribir una carta, gritarlo en voz alta, hablarlo con alguien de confianza y soltar, soltar, soltar.
Cuando sientas que no te queda nada dentro respecto a ese asunto, decide firmemente acceder al perdón. Te recuerdo que el perdón es un camino unidireccional, de dentro hacia fuera, que no necesitas ni siquiera que el otro lo sepa.
Perdonar significa soltar la mano al pasado para poder caminar sin lastres hacia el futuro. El perdón no es automático; es un proceso, y como todo proceso necesita un tiempo para ir consolidándose.
Pero la decisión de perdonar sí es un todo: cuando llegas a ese punto aceptas el compromiso de vivir con esa actitud de ahora en adelante.
Y no olvides que al perdonar a los demás te estás perdonando a ti mismo, y aceptar los errores de otros te ayudará a aceptar los tuyos.
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