"Si yo tuviera ese cuerpo", "¡claro!, sus papás son ricos", "¿quién se va a interesar en mí?". Estas frases y alguna que seguro tienes en mente, reflejan el resentimiento que muchos cargamos, con o sin razón
Sentir que no nos dieron lo necesario, que dejaron de tomarnos en cuenta, que nunca apreciaron nuestras cualidades, que nos engañaron, nos deja huellas profundas…
Resentirse significa sentir una y otra vez una emoción negativa. Las emociones son la forma en que reaccionamos ante un estímulo externo; los sentimientos son la interpretación que le damos a esas emociones.
Si sigues clavado con una herida y no puedes procesarla, estás resentido: experimentas el sufrimiento del pasado en el presente porque vuelves a pasar la película de la ofensa una y otra vez en tu mente, alejándote de la posibilidad de dejar ir y perdonar.
La clave del resentimiento es la sensación de hostilidad y abarca un abanico de emociones como ira, rabia, irritación, rencor y odio. Pero un resentido no expresa abiertamente esas emociones; en lugar de expresar su ira gritando, se queda callado.
Alguien resentido está siempre nervioso y sensible. Su actitud hostil y “quejosa” -desde el papel de víctima- hace tedioso e incómodo convivir con él porque siente que está en desventaja y que la vida lo trata injustamente. El resentimiento convierte la vida en amargura y construye muros de protección que eliminan la capacidad de experimentar y expresar amor.
¿SIRVE DE ALGO?
El resentimiento puede ser útil porque te da oportunidad de defenderte y aprender a reinterpretar las experiencias vividas. Quedarte con un resentimiento, en lugar de actuar de forma madura, nada más te hace infeliz.
Quienes viven aferrados a una queja sienten que se liberan de actuar a favor de sus deseos y necesidades, pero este es un camino falso para echarle la culpa de tus problemas a la conducta de los demás y no a tu actitud ante los problemas. Y al no aceptar tu responsabilidad se vuelve más difícil cambiar eso que te pasa.
Hay veces que nuestro mecanismo de defensa para no sentir un dolor profundo es instalarse en el resentimiento. Así no podemos ser juzgados por lo que sentimos pero sí por las acciones que tomamos.
¿CÓMO SALIR DEL RESENTIMIENTO?
1. Siente el dolor y encuentra qué te hirió.
2. Identifica la ofensa. ¿Quién lo hizo?, ¿fue intencional?, ¿estás maximizando o minimizando el evento?, ¿es posible que te hayas ofendido de más?
3. Reconoce el efecto de la ofensa. qué consecuencias concretas afectaron tu vida.
4. Levanta la voz para reparar el daño. Si no puedes hacerlo directamente, escribe una carta o comparte en voz alta.
5. Maneja tus emociones. Cuestiona tus reacciones y prueba formas constructivas de responder y expresar el enojo.
6. Perdona. Es difícil y lleva tiempo; se trata de comprender no de olvidar.
7. Cambia. Recupera tu vida con actividades que pusiste en pausa o nunca empezaste.
8. Reinicia el trayecto. Si los efectos negativos siguen haciendo estragos, regresa al paso 1 y pide ayuda profesional.
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