Puede parecer que estás indefenso ante la comida, pero en realidad te sientes vulnerable frente a emociones que pretendes sepultar con los kilos
Ya hiciste todas las dietas. Desde la paleo hasta la del sirope, pasando por la de la luna. Sabes de porciones, calorías, el impacto del índice glicémico, de las grasas buenas y las malas, como para escribir un libro. Le metes a los masajes reductivos, clases de pilates y hasta a las pastillas de origen dudoso y ni así logras perder peso o bajas y después de un tiempo recuperas tu forma esférica. ¿Qué hay detrás de esos kilos que te atormentan? ¿Ansiedad, miedo, tristeza, estrés, soledad, aburrimiento, frustración, depresión?
Hay emociones profundas e inconscientes que marcan tu relación con la comida y, sin que te des cuenta, muchas veces son la razón de tu sobrepeso. Patrones de pensamiento y temores que necesitas identificar y resolver para poder cambiar. Adelgazar no solo es cambiar de hábitos, es un cambio de creencias, de quién soy y a dónde quiero ir. Perder peso es más un reto mental que físico. Estos son los miedos que están detrás de tus kilos:
Miedo a ser vistos y lastimados. Los kilos son un perfecto escondite para no ser “atractivos”. Nos dan la posibilidad de pasar desapercibidos, por lo menos en el terreno sentimental y sexual.
Miedo a ser vulnerable. Hay una fantasía inconsciente de que ser delgada es igual a volver a ser niño, y eso nos remite a esa época en la que nos quedaron sembrados nuestros principales temores.
Miedo a que todo sea igual. Que la fantasía que construimos en torno a la flacura no se cumpla, que no llegue la pareja soñada, el trabajo ideal o el reconocimiento de todos.
Miedo a no ser tomado en serio. Muchas personas relacionan el ser delgado y con buen cuerpo con ser vacío y superficial.
Miedo a defraudar. Cuando logramos adelgazar, la gente a nuestro alrededor se deshace diciéndonos lo bien que nos vemos, y eso desata temor a perder ese reconocimiento y presión porque se disparan las memorias de rechazo recibidas en el pasado.
Miedo a seguir sufriendo. Muchas personas encuentran complicado manejar la realidad de que, aun siendo delgados, seguirá existiendo dolor en sus vidas.
Miedo al pasado. Descubrir que ese “gordo espantoso” que quedó atrás también era YO. La esencia, gordo o flaco, es la misma. Los kilos, al perderlos, no se llevan la memoria ni los sentimientos.
Miedo a tener que cambiar. ¿Qué tal que cuando adelgace mi esposo ya no me quiere? Peor aún: ¿qué tal que al adelgazar yo ya no quiero estar en esta relación que no me llena?
Miedo a la responsabilidad. A que desaparezca el pretexto del que durante toda la vida te has agarrado para no hacer las cosas.
Y ahora, ¿cómo los enfrentas?
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