¿De dónde vienen nuestras manos? ¿Quién es nuestro ancestro?
Las manos humanas se muestran frecuentemente como una súper adaptación evolutiva que nos separa de los simios. Y hasta cierto punto lo son: nos dejan teclear en una computadora, tocar un arpa, bordar, construir y utilizar una gran diversidad de herramientas que muy probablemente fueron clave para que llegáramos a donde estamos. Pero no son más especiales que cualquier otra extremidad, por ejemplo las de los chimpancés. Y, probablemente, las nuestras sean incluso más ancestrales que las de nuestros hermanos simios.
La evolución, a diferencia de cómo la pintan usualmente, no es un caminar hacia delante, y menos en donde lo que hay hasta adelante es la especie humana. Las especies van divergiendo, es decir, de una especie evolucionan dos, a las que se les llama “especies hermanas”. La especie hermana del Homo sapiens es el chimpancé, de la cual nos separamos hace más o menos 7 millones de años. Eso quiere decir que tantos estos simios como nosotros llevamos el mismo tiempo evolucionando a partir del ancestro que compartimos, y por lo tanto ese ancestro no necesariamente se parecía más a un chimpancé; tal vez se parecía más a nosotros.
Después de analizar las manos de varios primates, incluidos nosotros, se ha propuesto que las manos humanas son anatómicamente más ancestrales, o sea, más parecidas a las del ancestro con los demás simios: con un pulgar relativamente largo y los otros dedos cortos. Los chimpancés en cambio tienen el pulgar corto y los otros dedos largos, lo cual sería una forma más especializada o menos ancestral que la nuestra.
El ancestro en común de chimpancés y humanos quizás no caminaba sobre sus nudillos ni andaba sobre las ramas. El hacer eso podría ser una forma más derivada o nueva que evolucionó en chimpancés al adaptarse a la vida en los árboles.
Aún no sabemos cómo se veía exactamente esa especie ancestral, a la que algunos podrían llamar “el eslabón perdido”, pero algo que nos muestran este tipo de estudios es que cada especie está tan evolucionada como las demás. Cada una se ha especializado a las condiciones ambientales en las que le tocó vivir. No tiene sentido decir que una especie es más primitiva que otra, y menos que nosotros, los humanos, estamos en la cúspide de una cadena que ni es cadena, ni tiene fin.
Referencia
The evolution of human and ape hand proportions
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