¿Por qué stalkeamos?

Que vergüenza dar un like a la foto de tu terapeuta... ¡de hace dos años! y sin querer.

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A mí me disculpan, pero los stalkers; de ahora son unos huevones. Stalkear en los 90, cuando internet no existía más que en el Pentágono, ahí sí era una actividad extrema y meticulosa.

¿A ver? ¿Dónde quedó el ingenio para conseguir y fotocopiar el horario de clases de esa “personita especial” o aquella infalible estrategia de hacerte amigo de sus amigos nada más para que te aflojaran información? ¿Cuántas de las personas que actualmente andan entre los 30 y 40 años tuvimos que arrastrar la dignidad llamando y colgando a la casa de alguien que nos gustaba nada más para escuchar “tantitíto” su voz o saber si estaba ahí?

Pero ahora, toda la información está “peladita y a la boca”, con el único esfuerzo de dar un clic podemos acceder a: sus fotos, sus pasatiempos, lo que le gusta, lo que no le gusta, sus amistades, actividades frecuentes y hasta a sus pensamientos.

Sin embargo, la gran desventaja de andar metichendo en la vida de alguien a través de sus redes sociales es que encuentras tanta información que terminas desquiciándote. Según un estudio de la Brunel University de Londres, mantenernos al tanto de lo que hace nuestra ex pareja en Facebook, Twitter o Instagram; podría llevarnos a una mayor depresión por la separación, a un duelo más doloroso y prolongado, a mayores sentimientos de rencor hacia la persona y menor crecimiento personal. No por nada la primera pregunta que nos hace FB al iniciar sesión es ¿QUÉ TIENES EN MENTE?

El estudio también señala que la NECEDAD de acechar en las redes sociales de una ex pareja, radica en le NECESIDAD de sentirnos de alguna manera cerca de ella y para detectar posibles rivales. ¿Ya ven? El stalker sufre porque quiere… y porque la persona que extraña anda de pronta. Pero el que busca, encuentra ¿Qué no?

Yo por eso no stalkeo a mis exs ¡QUE HUEVA! Pero lo confieso, a la última persona que me caché stalkeando fue a mi terapeuta ¿Qué? Yo le cuento un buen de cosas de mi vida, y OBVIOOO necesito saber aunque sea un poquito de la suya (Por cierto, espero que mi terapeuta no lea esta columna, porque si lo hace, de segurito me manda mucho a psiquiatría).

La buena noticia es que hasta el momento nadie los puede meter al bote por andar de acosadores virtuales, ya que los especialistas en social media aseguran que stalkear (aunque sea de manera compulsiva), en las redes sociales de alguien no se puede tipificar como delito como delito, porque quienes acceden a esos datos lo hacen a través de fuentes abiertas, es decir, que son datos publicados voluntariamente por las personas.

De hecho, las grandes compañías también averiguan mucho sobre el estilo de vida de sus posibles empleados stalkenado en sus redes sociales antes de contratarlos (Supongo que la fotografía que tengo en mi Twitter en la que toqueteo lascivamente a Eduardo Videgaray, influyó un poco en que no me contrataran en la Secretaría de Hacienda).

Eso sí, ahí les encargo que se pongan muy vivos con el tipo de información que andan publicando, porque no todas las personas stalkean para echarle limón a la herida del ex o para averiguar un poquito del misterioso terapeuta. Hay quienes acechan para cometer delitos como el robo de identidad o incluso secuestros.

Ahora que, si de plano ser metiches es lo suyo, pues mejor mándenle su currículum a la CIA o al servicio de inteligencia y usen su talento para el bien de México.

Termina su columna y le pone corazoncito en Instagram a una foto (de hace dos años), del terapeuta.

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Conductor de radio y televisión experto en temas de diversidad sexual. También es un aficionado de encontrarle el lado estúpidamente interesante a la vida.

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