Cualquier atisbo de humanidad merece reconocimiento en un mundo donde solo vemos violencia y marginación en crecimiento.
Ahora que Barack Obama dio su último discurso y se despidió de la ONU llamando al uso de la diplomacia para acabar con el conflicto en Siria, recordaba que en 2009 le fue entregado el premio Nobel de la Paz por “sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la colaboración entre los pueblos”. Tremendo logro si tomamos en cuenta que él tomó posesión de su cargo en enero de ese mismo año. Es decir, según los que lo premiaron pudo realizar todo eso en meses. En serio, ¿creen que les creemos?
En el caso de Obama, ¿trataron de motivarlo con el Nobel? No sería el único caso, en 2013 en plena crisis del conflicto sirio, le otorgaron el Nobel de la Paz a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas por “sus grandes esfuerzos para eliminar las armas químicas”. Muy poco tacto otorgarlo mientras se utilizaban esos mismos armamentos prohibidos en Siria e Irak. Acaso ¿querían llamar la atención de eso dando el premio?
Voy a ser políticamente incorrecto. Incluso creo que el Nobel de la Paz de 2014 entregado a Malala Yousafzai fue una exageración. No quiero decir que la resistencia de la adolescente pakistaní no merezca reconocimiento y haya sido un ejemplo de resistencia y valor ante la barbarie. Pero, ¿para Nobel de la Paz?
¿No será que ya no tenemos a quién entregarlo, que cualquier atisbo de humanidad merece el más alto reconocimiento en un mundo donde solo vemos violencia y marginación en crecimiento?
Yo propongo otro camino. Uno más doloroso pero más contundente. Declarar desierto el Nobel de la Paz sería un gran mensaje a los líderes políticos y a la humanidad en su conjunto.
Tampoco invento nada nuevo. Desde su creación a principios del siglo XX, el Nobel de la Paz no se entregó entre 1914 y 1918 por la Primera Guerra Mundial. Solo se hizo en 1917 al Comité Internacional de la Cruz Roja por la labor que realizaba durante la guerra. En 1923, 1924, 1928 y 1932 tampoco fue entregado. De nuevo, ahora por la Segunda Guerra Mundial no se entregó entre 1939 y 1943. También se le entregó en 1944 al Comité Internacional de la Cruz Roja. Otro caso se dio en 1948 cuando no se entregó ya que el seleccionado había sido asesinado a principios de año, se trataba de Gandhi. El Nobel de la Paz volvió a no entregarse en 1955 y 1956, así como en 1966, 1967 y 1972.
No propongo algo innovador pero si seguimos a la letra lo dispuesto por el creador del premio quien dejó en su testamento lo siguiente: “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”, se debería de dar un valor sustancial al premio.
Al inicio de este texto cité solo tres ejemplos de los muchos en los que el Nobel de la Paz ha sido devaluado. En un acto de congruencia, como le caracterizan, Obama debería regresarlo junto con una carta en la que diga que no estuvo a la altura de las expectativas dejadas en el testamento de Alfred Nobel.
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