Twitter se suma a la discusión de más seguridad a cambio de menos libertades.
El horror de la primera mitad del siglo XX llevó a la creación de la Declaración Universal de Derechos Humanos en la que se establece “…considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”. Pues gozamos a medias de la libertad de palabra y sufrimos, en algunos casos, de sus excesos.
Las libertades no son absolutas, la Convención americana sobre Derechos Humanos establece sobre la libertad de expresión “estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional”.
Ante los tipos de violencia del siglo XXI y la tecnología disponible, hay una clara confrontación entre libertad de expresión y el derecho a la no discriminación, sobre todo se trata de atacar el discurso de odio. Nada fácil, cualquier intento por regular la libertad de expresión es delicado, fácilmente se cae en el autoritarismo o en sistemas tan estrictos que impiden un intercambio sano de ideas, ahorcan a la sátira. El riesgo de generar espacios 100% políticamente correctos es enorme, eso sería aburridísimo y peligroso.
En los últimos años hemos visto como grupos extremistas, violentos y terroristas utilizan los medios de comunicación más modernos (YouTube, Facebook, Twitter, etc.) para difundir su mensaje de odio e incluso para reclutar simpatizantes. Se calcula que hay más de 45 mil cuentas de Twitter de simpatizantes del Estado islámico. La presión de sociedades y gobiernos sobre las empresas que manejan estas tecnologías ha ido creciendo pidiendo mayores controles. De nuevo, sacrificar libertades a cambio de seguridad. ¿Qué tanta libertad a cambio de qué tanta seguridad?
Hace un tiempo fue Facebook, ahora Twitter es quien cambia sus reglas para limitar el acoso, la intimidación y los abusos, pretende restringir al terrorismo y acabar con la promoción de la violencia.
Los usuarios podrán ser bloqueados o suspendidos. El problema está en la implementación de estas nuevas reglas, hay muchas cosas ambiguas, siempre las hay al tratar de limitar libertades.
No se permitirá amenazar con violencia de manera directa o indirecta, esto incluye al terrorismo. Tampoco se tolerará el discurso de odio por motivos raciales, étnicos, nacionales, orientación sexual, género, religión, discapacidad, etc. (buena parte de la sátira utiliza estos elementos, cuidado). No se podrá acosar o abusar de otros usuarios (esto es lo más ambiguo, por ejemplo ¿podría criticar reiteradamente a algún político o eso sería considerado acoso?). Tampoco se permitirá la publicación de información privada de otras personas sin su autorización ni la suplantación de identidad (¿esto acabará con las cuentas de parodia?).
Cuidado, algunas de estas restricciones pueden ser necesarias pero la obsesión por seguridad está generando cada vez más espacios con menos libertades y muy descafeinados si las restricciones son excesivas.
Jacobo Dayán es experto en Derecho Humanos, historia mundial contemporánea, genocidios y relaciones internacionales.
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