Lo estúpidamente interesante de los villancicos

Hasta daños psicológicos te pueden dejar, no es un inocente canción navideña

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No sé si lo han notado, pero tanta brillantina, foquitos, moñitos, escarchas y esferas por todas partes, han convertido a diciembre en la versión Drag Queen de los meses del año.

Aunque con todo y todo, los mentados adornitos tienen lo suyito, y como que sí hacen que uno le entren ganas de andar pidiendo posada. Pero con lo que de plano no puedo es con el playlists de la navidad. Sí, los fregados villancicos, esos empalagosos cánticos que después de un rato de escucharlos nos van introduciendo a un mundo paralelo (y paralelos), en el que el único objetivo es ir soltando rimas sin sentido e intentar contar historias de lo más pachecas. Fíjense si no:

Campana sobre campana, y sobre campana una…” ¡A ver! Que se decidan ¿eran campanas o una matrioshka?  Además ¿una qué? ¡Por favor que alguien me diga que era esa “una” que está trepada sobre las campanas!

Continuemos.  “Asómate a la ventana, verás al niño en la cuna…” ¿Ven? Así se hacen los chismes ¿No quedamos en que el niño había nacido en un pesebre?  ¿De dónde carajos sacaron la cuna? Porque por más buen carpintero que haya sido José, no creo que haya dado tiempo de atender a su mujer en el parto y armar una cuna al mismo tiempo. Bueno, chance y fue otro milagro.

Mejor pasemos a otro villancico:

La Virgen se está peinando entre cortina y cortina, sus cabellos son de oro y el peine de plata fina… ¿Pues a qué hora le pusieron cortinas al pesebre? Y lo más importante, si la Virgen tenía cabellos de oro y peines de plata fina ¿Por qué no se arranco un mechoncito para pasar la noche en palacio? Y ni me vayan a salir con que sólo es una referencia a que María era güerita, porque entonces sí se pasaron de racistas, ya que la etnia armenio-semita, que es a la que pertenecían Jesús, María y José, pues no eran precisamente  de gente rubia, a lo mucho castañitos.

Y viene la mejor parte: “…pero mira como beben los peces en el río, pero mira como beben por ver a Dios nacido…”  ¿Es neta? ¡Si los peces se la pasan tragando agua todo el año! ¿O qué, se refieren a que los pececillos sacaron su chupe y se aventaron un brindis? Porque por puritíta congruencia y continuidad de la historia, los que deberían de haberse puesto a beber o a chupar, deberían de ser los burros y bueyes que estaban ahí cerquita y hasta forman parte de las figuritas nacimiento. Neta que así no se puede.

Pero dejen ustedes que estos cánticos nos pongan de malas, algunos psicólogos ya han advertido que los villancicos pueden dejarle secuelas de estrés y ansiedad hasta el más fan de la navidad, ya que las mentadas melodías pueden remitir a nuestras mentes a un agobiante estado de gastos, deudas, tumultos, tráfico y reuniones forzadas con la familia. Y también destacan que a los que más gordos les caen los villancicos, es a los empleados de los centros comerciales, que todo el día y todo el mes (bueno meses, ya ven que la navidad llega a las tiendas desde finales de septiembre), sus cabezas están siendo taladradas con esas fastidiosas y repetitivas cancioncillas.

Y lo que más enojo me da, es que sin importar cuanto disgusto o estrés nos provoquen, todos nos sabemos estas canijas cancioncitas. Es como si las tuviéramos marcadas a hierro vivo en el alma.

Termina su columna y prefiere cuatro días seguidos de reguetón, que media hora de villancicos.

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Conductor de radio y televisión experto en temas de diversidad sexual. También es un aficionado de encontrarle el lado estúpidamente interesante a la vida.

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