Voy a dejar esto por aquí. Eso sí, les advierto que no es apto para personas preocuponas ni tremendistas.
Voy a dejar esto por aquí. Eso sí, les advierto que no es apto para personas preocuponas ni tremendistas.
No cabe duda de que algo de perversos tenemos los seres humanos, somos adictos a recibir pequeñas dosis de miedo controlado, y ese es justo el éxito de las películas de terror, pagar porque nos asusten pero sin ponernos en verdadero peligro; aunque después duremos semanas hiper angustiados y cuestionándonos si estamos preparados para un apocalipsis zombi o si los gobiernos del mundo cuentan con el armamento indicado para hacer frente a la invasión alienígena que de segurito pretende exterminarnos.
Pretextos para estar acongojados sobran. La buena noticia es que no necesitamos recurrir a la ciencia ficción para alborotar la zozobra, basta con poner un poco más de atención a las cosas que hacemos todos los días para recibir una buena dosis de miedo y desasosiego. Por ejemplo:
Respirar: esta acción vital y cotidiana ¡NOS MATA LENTAMENTE! El oxígeno no solo es un gas altamente explosivo, también es corrosivo y cada vez que lo inhalamos nuestro organismo se va oxidando de a poquito a poco, igual que lo hace con el hierro puro. A largo plazo esta oxidación provoca el deterioro de nuestras células y órganos, y con esto la inevitable degeneración genética, o sea, que nos hace envejecer. La broma macabra de la vida es que el secreto de la eterna juventud está en no respirar.
Comer: cada vez que comemos ¡PONEMOS EN RIESGO NUESTRA VIDA! Y esto se debe al poco funcional diseño en nuestro organismo, no sé si por ahorrar costos o por puritíta flojera, se decidió que la alimentación y la respiración se realizaran a través del mismo tracto; es por eso que cuando se mastica poco o se traga en friega corremos el riesgo de morir asfixiados, de hecho el no hablar con la boca llena no es un protocolo de etiqueta, es un asunto de vida o muerte, ya que comer es la primera causa de fallecimientos por asfixia en el mundo. Y no es para alterarlos, pero comer cuando estamos enfermos de gripa y tenemos la nariz congestionada, es más peligroso que tirarte del bungee o decirle a tu suegra que no sea metiche.
Estornudar: ¿Quién necesita que los marcianos vengan a exterminarnos? Eso es algo que nosotros podemos hacer nosotros solos y con un simple estornudo. Según un estudio realizado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, se determinó que los estornudos producen nubes de gas que mantienen gotitas de fluidos potencialmente infecciosos en el aire a distancias impresionantes, ya que son capaces de expulsar aire a más de 150 kilómetros por hora. Así que si nos topamos con un virus lo suficientemente gandalla y con la habilidad de propagarse por vía aerovía, en un promedio de 16 días la raza humana quedaría extinta.
Usar corbata: Investigadores de la Universidad de Los Ángeles, determinaron que con tan solo tres minutos de usar corbatas muy apretadas o camisas ajustadas en el área del cuello, se afecta demasiado la correcta circulación de la sangre al cerebro, causando problemas en el nervio óptico y provocando serias broncas en la visión lateral. Pero si después de una semana se sigue usando por más de 15 minutos seguidos este tipo de corbatas o camisas se corre el riesgo de desarrollar glaucoma; eso sin mencionar los intensos dolores de cabeza, la falta de concentración y la ansiedad.
Usar pantalones pegaditos, pegaditos: Más allá de que este tipo de prendas pueden provocar LA MUERTE SOCIAL, porque créanme, el hecho de que entren en uno de ellos no significa que les queden. Regla básica: si multiplica la lonja, ni de loca te los pongas, porque te verás como conito de helado. Pero por si fuera poco, también meten en broncas a la circulación sanguínea y si pasas demasiado tiempo sentada con uno de estos jeans, se puede producir hinchazón y sangrado de los músculos que se encuentran apretados, además de estrías y hasta hemorroides. Así que ahí ustedes saben.
Termina su columna y procura ya no respirar tanto, solo lo necesario.
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