Lo estúpidamente interesante de equivocarse

Equivocarse puede ser bueno para la memoria de los adultos, porque nos ayuda a recordar y a mejorar nuestro aprendizaje.

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Y en estos menesteres sí soy voz autorizada, porque que voy por la vida equivocándose como si le dieran premios por eso.

De hecho, comienzo a sospechar que los humanos estamos genéticamente programados para saborear los errores. Ajenos por supuesto ¿O me van a decir que no disfrutaron del error en la pasada entrega del Oscar? Eso sí, disfrazando su gozadera de asombro. Si les digo, algo de perversos tenemos los seres humanos.

Si no me creen, hagan la prueba y escriban con una falta de ortografía o error de dedo en sus redes sociales. Van a ver que no importa que tanto namasteen o que tan bellos seres de luz sean. En ese momento sus adorados followers y amigos les notificarán de su imperdonable zurrada, señalándolos y tratándolos como si le hubieran pegado a una viejita. De mí se acuerdan.

Pero por si ocupan, según un estudio realizado por la Universidad de Toronto llegó a la conclusión de que equivocarse puede ser bueno para la memoria de los adultos, porque nos ayuda a recordar y a mejorar nuestro aprendizaje incrementando los conocimientos, sobre todo el de las personas mayores.

Los responsables de esta investigación armaron un grupo de personas con chavitos de 22 años en promedio y con adultos que andaban por ahí de los 72 años de edad. A todos se les pidió que memorizaran una serie de palabras que se relacionaban entre sí.

A la mitad del grupo le fueron mostrando en pantallas las palabras que se tenían que aprender, pero al resto de los participantes les dieron pistas a manera de acertijos de cuál era la palabra que tenían que recordar. El grupo con mayor número de aciertos fue el de pistas, pero casualmente las palabras que mejor recordaron fueron en las que más fallaron al momento de resolver dichas pistas, siendo los adultos mayores a los que mejor les funcionó este método.

Por lo cual concluyeron que los errores cometidos durante el aprendizaje facilitan el recuerdo cuando tienen algo significativo en común con la respuesta correcta. De esta forma, los especialistas aseguran que regarla de vez en cuando favorece la conexión neuronal volviendo más activo a nuestro cerebro.

Es por eso que cuando la cajeteamos épicamente, ese error se convierte en una especie de marcatextos fluorescente que destaca en nuestra mente cada una de las acciones cometidas que nos hicieron errarle de esa manera. Y al mismo tiempo nos ayuda a recordar que hay que evitar comportarnos de la misma forma para no cometer el mismo error. Como decía mi abuela: “Meter la pata y no sacarla en friega, te deja en el hoyo para siempre”.

Y no se equivoquen, cuando la cajeteamos, lo mejor y más digno que puede hacer uno es reconocer el error y hacernos responsables ofreciendo soluciones. Yo tenía una jefa que se la vivía regándola y culpando a los demás por sus descuidos y omisiones, pero su error más grande era pensar que de esa forma arreglaba sus desmadres.

Termina su columna y no se equivoca, solo ejercita su memoria.

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