Tienen un gran potencial terapéutico para desórdenes mentales, checa de qué se trata.
En el mundo hay muchísima información, demasiada. Si procesáramos toda y la incorporáramos a lo que percibimos, sería difícil ser funcionales. El tálamo y otras estructuras cerebrales se encargan de evaluar, cual cadenero de antro, qué información entrará en el antro de nuestra consciencia y cuál no. Durante nuestra vida este cadenero se va entrenando en sus criterios: deja pasar más a aquella información que nos es común, a la que estamos más acostumbrados en lo cotidiano de nuestras vidas a ver, escuchar, sentir, etc. Pero solo porque percibamos con mayor frecuencia ciertas cosas, no quiere decir que no tengamos la capacidad de percibir más.
Los alucinógenos como el LSD y la pscilocibina (el compuesto activo de los “hongos mágicos”) afectan nuestra percepción. Típicamente pensamos en un viaje de estas drogas como una pérdida de conciencia sicodélica, apta principalmente para hippies de cualquier época. Sin embargo, estas sustancias tienen un gran potencial terapéutico para desórdenes mentales.
No se sabe exactamente cómo es el mecanismo con el que actúan estas sustancias, ya que como están prohibidas, su investigación es difícil de realizar. Pero por algunos experimentos y observaciones, podemos más o menos pensar qué es lo que hacen, tanto para las personas que las usan recreativamente, como para las que lo usan terapéuticamente.
Estos alucinógenos relajan la actividad del cadenero cerebral. Esto permite que al antro de la consciencia entre más información de la que normalmente lo hace, y por lo tanto se perciben cosas distintas. De esta manera se ven colores más brillantes, se hacen notables cosas que en general ignoramos, y sobre todo, hacemos asociaciones que no habíamos hecho.
Se ha visto que la psilocibina reduce el flujo sanguíneo en estructuras nodales del cerebro, por lo que áreas que están muy ligadas, se desincronizan. Esto, junto con las nuevas asociaciones que se hacen con estas sustancias, podría explicar por qué parecen ayudar a personas a superar adicciones, depresiones y estrés postraumático; en todas estas condiciones hay patrones de pensamiento difíciles de romper que causan mucho dolor y otros problemas.
Se han hecho varios experimentos con LSD con personas que sufren alcoholismo. En conjunto, los resultados muestran que el LSD ayuda a superar esta enfermedad, pero no porque intervenga en neurotransmisores que tengan que ver con la adicción o la satisfacción, como generalmente lo hacen las drogas siquiátricas, sino porque al consumir LSD las personas tienen experiencias muy significativas que cambian la apreciación de su problema. Comienzan a verlo de otra forma, y eso modifica también sus motivaciones.
Me parece una lástima que la normatividad no esté lo suficientemente relajada como para investigar con mayor libertad sobre el relajamiento del cadenero. Hasta ahora los resultados sobre sus beneficios terapéuticos han sido muy prometedores, ¿será que quienes hacen las normas necesitan de una ayudadita en su relajación?
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