El círculo vicioso, muy vicioso

Una noticia tapa a la otra, un escándalo oscurece al anterior, un hecho violento supera a otro... siempre es la misma.

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Este texto puede haber sido publicado en cualquier fecha de los últimos diez años o más. Pueden intercambiarse los eventos y ponerse una innumerable cantidad de nombres. El lector puede colocar los ejemplos que primero le vengan en mente.

La historia reciente en nuestro país es muy repetitiva. Una noticia tapa a la otra, un escándalo oscurece al anterior, un hecho violento supera a otro, la corrupción ya no puede contarse, la impunidad es una constante desde siempre, las promesas electorales han dejado de surtir efecto, las instituciones del país cada vez están más débiles, la sociedad cada vez está más frustrada y enojada, y la lista puede seguir.

Un día nos enteramos de un escándalo de corrupción, las autoridades dicen que se aplicará la ley caiga quien caiga, todos sabemos que no pasará nada, transcurren los años y, en efecto, no hubo responsables. Seguimos adelante.

A los pocos días un hecho violento conmociona a la sociedad. El discurso oficial inicial es que “se trata de un enfrentamiento entre criminales”. La sociedad prefiere creerlo. Después de malas investigaciones, muchas veces sustentadas en declaraciones obtenidas con el uso de la tortura, se condena a niveles muy bajos dentro de la jerarquía de responsabilidades. Nunca un alto mando, nunca un funcionario de alto nivel. Seguimos adelante.

Tiempo después se nos olvidan los agravios anteriores ya que un desastre natural golpea el país. La sociedad se vuelca en actos de solidaridad para los damnificados del huracán, sismo, inundación o lo que corresponda. A los pocos días nos enteramos que el desastre natural encueró fallidos actos de gobierno, corrupción o negligencia. Vienen las promesas gubernamentales, nadie las cree. Seguimos adelante.

A las semanas algún ente internacional o una organización de la sociedad civil presenta un informe sobre la violencia en México o sobre propuestas para mejorar en temas de impunidad, corrupción, desigualdad, violaciones a derechos humanos (la lista es larga). El Estado reacciona rápido, cuando lo hace, y organiza un foro o desestima la información contenida en dicho informe. En cualquiera de los casos no pasa nada. Seguimos adelante.

Mientras esto ocurre, los medios de comunicación (la inmensa mayoría) discuten temas políticos como si se tratara de un reality show o chismes de la farándula: este le dijo a aquel, estos ya se enojaron con aquellos, parece que esta se va a lanzar de candidata, confirman que aquel va a renunciar, este otro ya no tiene opciones, etc. Seguimos adelante.

Al mes, los legisladores (acatando la línea de SU partido y no la representación de SUS electores) deciden diezmar a un órgano autónomo del Estado (aquí puede poner al INE, INAI, INEGI, la fiscalía que escoja, entre otros). Mientras la parte de la sociedad que se preocupa por estas cosas intenta frenar ese golpe a la democracia, los legisladores aprueban rápidamente alguna otra ley que derrumba algún logro obtenido años antes. Seguimos adelante.

Mientras todo esto ocurre la frustración se acumula. La desigualdad crece. Los funcionarios de gobierno declaran que las cosas van bien. La sociedad ya no confía en sus representantes. Los gobiernos hacen su trabajo contra la sociedad y no para la sociedad. Seguimos adelante.

Por falta de espacio les pido que ahora regresen al inicio de este texto y repitan la lectura hasta que se cansen. Cuando estén hartos de repetir la lista pueden “seguir adelante”.

¿Qué hacemos? ¿Repetimos hasta el infinito? No es válida la respuesta “no sé qué hacer” o “díganme qué hacer”. La respuesta se encuentra en cada una y uno de nosotros. Solo una sociedad informada, responsable y participativa podrá romper este círculo vicioso, muy vicioso.

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