El amor (propio) en los tiempos de la eterna juventud

Qué tal que en lugar de pelearnos con el inevitable paso del tiempo aprendemos a llevarlo con dignidad, con orgullo y sacándole provecho.

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Si hubiera podido escoger, hubiera pedido una melena como la de mi amiga Carla, un metabolismo de niño de 8 años y una espalda resistente. Eso de entrada. Ya de gula pues pediría  cantar como Amy Winehouse, el cuerpo de Halle Berry y tener dos rayitas más de tolerancia.

La lista de cosas que pediría, si alguien me hubiera preguntado, sería larguísima. Pero la cosa es que no, nadie me preguntó nada y, hasta donde sé, a ti tampoco, por lo tanto, lo que nos corresponde es apañárnoslas con lo que nos tocó en la rifa.

La verdad es que no me puedo quejar, sin embargo ya entrada en los 40, sí empiezo a notar que el dicho ese de “no es lo mismo los 3 mosqueteros y bla bla bla” es absolutamente cierto. Si bien me parece que es la mera buena etapa de la vida, también es verdad que las cosas empiezan a cambiar.

Pero lo que me ocupa no es el inevitable paso del tiempo, porque eso, como la lista de deseos, no hay manera de arreglarlo. Lo que sí es: ¿Por qué estamos TAN obsesionados por detenerlo?

Entre masajes, tintes, cirugías, rellenos de todo tipo y todos los etcéteras que caben aquí, estamos haciendo millonarios a una gama de profesionistas que se dedican a “mejorar tus áreas de oportunidad”, única y exclusivamente porque en alguna parte de la historia alguien decidió que envejecer, es horrendo.

La neta, que te duela la espalda por estar parado una hora cuando antes aguantabas 10 brincando como energúmeno, es un gran golpe al ego. Lo mismo si te duelen las rodillas, o si recuperarte de una desvelada mayor de la 1:00 am te toma tres días cuando antes te desvelabas 3 y te reponías en uno. Esas cosas son, efectivamente, dolorosas.

Pero ninguna de ellas tiene que ver con cómo te ves…¿o sí?

La cosa ahora es verse de 19 aunque tengas 60 y, desde mi punto de vista: guácala. Cuando se les pasa la manita con el cuchillo y al sonreír se les sube la rodilla o cuando el outfit juvenil es just too much, ya no se ve padre.

¡No me mal entiendan! Me parece que efectivamente hay que echarle ganitas y no tirarse al abandono. Verse bien es una gran parte de sentirse bien. Pero de ahí a vivir para tu cuerpo, no comer más que pasto y no sonreír o fruncir el ceño “porque te arrugas” –true story, hay gente que opina que esa es la técnica- me parece pecado mortal.

Creo que debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para vernos bien siempre y cuidando que no caiga en los extremos. Tratar cosas nuevas y retarte me parece increíble, y es bueno para el alma, para el corazón y para el cuerpo; por eso me inscribí a una clase de “entrenamiento funcional ” (AKA: una mega chinga),  que cada vez que tomo quiero llorar y me pregunto ¿por qué diablos estaré pagando por venir a sufrir. Pero regreso, porque me hace sentir feliz ver que cada clase lo hago mejor, o por lo menos, quiero llorar menos y porque estoy segura de que la felicidad es la fuente de la eterna juventud.

Cuidar lo que comes, hacer ejercicio, ponerte la crema, hacerte el masaje, no salir (¡nunca jamás!) a la calle con tus Crocs; saber que te puedes ver mucho mejor, te tardas lo mismo  y estas igual de cómoda con unos buenos jeans y una playera, que vivir perpetuamente en pants….en pocas palabras no andar “hecha una garra” como dirían las mamás, son algunas de las cosas que podemos hacer para sentirnos bien en el día a día. Cada quién sabe cuáles son las cosas que puede aceptar y las que ni de chiste, pero si eres un adulto responsable, efectivamente tienes que empezar a tomar mejores decisiones de manera que lo que sigue de tu vida  tenga la mejor calidad posible.

La verdad es que los remedios estéticos funcionan por un tiempo, sin duda. Pero después de un rato de usar el famosísimo botox digamos que se nota que no es que estés “súper conservada”.

Lo mismo pintarte el pelo durante años y seguir con el mismo tono a los 70 que a los 34 ¡paaar favaaaar todos sabemos la verdad! Los efectos positivos de un principio, en todos los casos, empiezan a tener el efecto contrario. No abusen. Si le van a entrar está perfecto, pero no sean golosos: ¡sepan cuando “enough is enough” por piedad!

Y luego esos argumentos de “es que hazlo por tu esposo porque te puede dejar por una más joven”, again: true story que le dijo la suegra a una muy querida amiga que tuvo la sabiduría de contestarle que si tu pareja te deja porque estás arrugada o canosa, o pesas más de 45 kg, qué poco vale como persona y por lo tanto, qué suerte tienes de deshacerte de él y de pasada, de su mamá y sus opiniones.

Ya no es 1920.

Ni estamos viviendo con alguien por cómo se ve. O sea claro que ayuda y es increíble que tu significant other te encante y se vea súper, pero eso sí y solo sí, el precio por estar como está no es vivir obsesionado. Qué hueva.

¿Quién diablos decidió además que las mujeres se tienen que pintar, restirar, inyectar, cortar y demases torturas mientras que los hombres son como los buenos vinos que entre más viejos más buenos? ¡¿Quiééeeeen?!

Propongo que empecemos a aceptar nuestras arrugas, nuestras imperfecciones y nuestras canas. Los años y sus marcas son el testigo de nuestra experiencia, de lo que hemos aprendido, de lo que somos.

Qué tal que en lugar de pelearnos con el inevitable paso del tiempo aprendemos a llevarlo con dignidad, con orgullo y sacándole provecho.

¿Qué tal estaría eso?

Personalmente me parece mucho más sexy una persona segura de sí misma que alguien todo hojalateado; como el Sponsor, que con su pelo gris, está hecho un cuero, mucho más que en sus años mozos.

Yo tengo miles de canas desde que tengo 30 años (que por supuesto me he pintado desde entonces) y he llegado recientemente a las siguientes conclusiones:

  1. No pienso pintarme el pelo hasta los 79 años porque no quiero tener pelo de muñeca y porque se ve completamente anti-natural.
  2. Dejártelo de pintar de un día para el otro cuando cumples 50 hace que efectivamente envejezcas 15 años en un día. No hay necesidad.
  3. Algún día hay que parar, entonces para que el asunto sea gradual. ¿cuándo es ese día?

Derivado de esto he decidido dejarme de pintar el pelo y ver qué pasa.

Tengo una Mamá con unas canas espectaculares que la gente le pregunta que en dónde se las “manda a hacer”… Voy a probar. Pienso cuidarlas y pimpearlas como es debido para que se vean chulas de bonitas (¡no a la cana amarilla!),  pero sobre todo, voy a asumirlas y a pensar que son parte de mí y de mis años.

Mi apuesta es que, como todo en esta vida, cuando aceptas lo que sí hay, lo que sí te tocó en la rifa, lo que sí tienes, y lo usas a tu favor, el resultado siempre es positivo.

Y en este experimento sé también, que si algo me han enseñado mis canas es: que hay muy pocas cosas en la vida que son irreversibles y que si en el camino cambio de opinión, siempre puedo hacer algo al respecto.

Aceptarnos es la clave para vernos y sentirnos bien. Nada podrá tener nunca el mismo efecto embellecedor que el amor propio, una buena sonrisa y los pies bien plantados en la tierra, sabiendo diferenciar lo que es posible de lo que es ridículo sin importarnos un pepino lo que opine la amiga, la suegra, la sociedad o quien sea.

Yo, voy a rockear the shit out of my gray hair ¿qué vas a hacer tú?

 

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