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Anuario

Cuando lo único que te queda son esperanzas

La historia de dos niños atrapados en los escombros de su casa, y su mamá afuera.

Eduardo Iniesta

El pasado 19 de septiembre Cristina Calvo, productora en Televisa Radio y yo, fuimos de esas miles de personas que se vieron obligadas a recorrer Calzada de Tlalpan a pie para poder encontrarse con sus familiares. El tráfico era caótico, los microbuses imposibles de abordar y el tren ligero estaba fuera de servicio. Nuestra intención era llegar a Taxqueña o General Anaya esperando a que el metro sí estuviera en funcionamiento.

Pero al llegar a la estación de tren ligero Ciudad Jardín, nos topamos con un señor de unos 60 años de edad y un par de niños que no rebasaban los 14 años, que a gritos alertaban a la gente: “Hay fuga de gas más adelante y un edificio derrumbado, es peligroso caminar por ahí”. Mi amiga y yo ya habíamos logrado comunicarnos con nuestros familiares y corroboramos que estaban bien, así que teníamos tres opciones: volver a Televisa Radio para apoyar con los servicios informativos, desviarnos por donde el señor y los niños nos indicaban o seguir de frente para reportear y ayudar a las víctimas del derrumbe. No hubo necesidad de verbalizar la decisión, solo nos tomamos de la mano y continuamos de frente.

Finalmente llegamos a la Unidad Habitacional ISSSTE Tlalpan, muy cerca de la estación de tren ligero Las Torres, en donde el Edificio 1C colapsó sepultando vivas a 14 personas. La escena nos hizo sentir que justo ese 19 de septiembre del 2017, nos había transportado en el tiempo 32 años atrás, a la mañana del 19 de septiembre de 1985.

Crónica Eduardo Iniesta 3 from MMK Group on Vimeo.

Dentro de la tragedia, era inspirador ver que a poco más de una hora del derrumbe del edificio ya había cientos de espontáneos voluntarios intentando rescatar a las víctimas. La gente pasaba y detenía su camino para ofrecer su ayuda, había varios jóvenes con mochilas al hombro, mujeres entaconadas y comerciantes de la zona que decidieron cerrar sus negocios para ir a apoyar. Todos y todas cargando piedras por igual.

Con un nudo en la garganta y con nauseas por el olor a gas, mi compañera y yo comenzamos a hacer nuestros reportes.

Crónica Eduardo Iniesta 2 from MMK Group on Vimeo.

Sin embargo, al intentar realizar mi segundo reporte, me di cuenta de que soy el peor reportero del mundo, que no podía quedarme ahí parado solo grabando, así que guardé el teléfono y me puse a remover escombros con los demás.

La prioridad era rescatar a un par de niños, Ximena de 6 años y su hermano Julián de 11 años, que vivían en el departamento número 20 y quienes hasta esos momentos eran los únicos que mostraban señales de vida. Ximena y Julián habían rogado a su mamá que los dejara faltar a la escuela porque iba a haber simulacro. Su mamá accedió y se fue a trabajar, dejando a sus hijos en la seguridad de su hogar. Nadie podría haber adivinado lo que esa tarde iba a suceder.

Lee: Lo que se hace vs. lo que se debe hacer en un sismo

Mientras removíamos escombros, llegó una mujer pidiendo auxilio, llorando pedía que la dejaran pasar para desenterrar a sus hijos. Su llanto no era histérico, era más bien callado, sollozante y mientras suplicaba por ayuda las lágrimas iban dejando surcos entre el polvo acumulado sus mejillas. Se trata Nayeli, la madre de Ximena y Julián. Imposible no conmoverte ante su dolor.

Antes de que Nayeli llegara al lugar, los rescatistas ya habían confirmado que mantenían comunicación verbal con ambos niños; así que me armé de valor, me acerque a Nayeli y compartí con ella esta información. Jamás olvidaré la sonrisa que se dibujó en su rostro cuando me dijo: “¿Entonces están vivos?”

Logré convencerla de que, lo mejor era que esperar a los niños al pie de la ambulancia, de esta forma en cuanto los rescataran podía subirse a la ambulancia con ellos y acompañarlos al hospital. Ahí esperamos horas. El rescate se complicaba por la falta de herramienta adecuada y de experiencia. Por el lugar pasaron un camión del ejército y otro de la marina. Cuando los vimos acercarse todos aplaudimos, eran esperanza de vida. Pero la esperanza duró poco cuando vimos que los camiones pasaron de largo. Durante unos segundos hubo un silencio absoluto, pero después la gente continuó trabajando con más fuerza.

No entrevisté a Nayeli durante el tiempo que estuvimos esperando al pie de la ambulancia, solo dejé que ella hablara para desahogarse. Me contó que fueron los niños quienes le pidieron que los dejara faltar a la escuela, que en esos momentos su único patrimonio era lo que traía puesto y que también tenía dos perritas y que esperaba que también estuvieran con vida.

Aproximadamente a las 7:00 pm mi compañera y yo nos retiramos del lugar, no sin antes dejarle a Nayeli mi número de celular para seguir en contacto. Alrededor de las 9:00 pm Julián dejó de comunicarse, pero Ximena seguía hablando. Los bomberos fueron de los primeros en llegar al lugar, volviendo a contagiar de esperanza a todos. La oscuridad complicaba la tarea de sacar a los niños de entre los escombros. Busqué apoyo en Twitter y en 20 minutos el tweet ya tenía más de tres mil RT’s.

A las 6:00 am del miércoles 20 de septiembre, Nayeli nos informó que ya tenían perfectamente ubicados a los niños y que en cualquier momento los rescataban. Pero a las 8:50 am escribió: “Ya rescataron a mis hijos, están muertos. Pero gracias por el apoyo”. Dos horas más tarde Nayeli escribió el siguiente mensaje: “Lo único que me queda es la esperanza de que rescaten a más gente con vida, sigan apoyándonos”.

Termina su columna y también tiene esperanza.

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Conductor de radio y televisión experto en temas de diversidad sexual. También es un aficionado de encontrarle el lado estúpidamente interesante a la vida.