dibujo animado madre e hijo

Comerse o no comerse la placenta

Se sabe que en la placenta hay presentes algunas hormonas y nutrientes, pero ¿hay beneficios?

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La placenta podría parecer un acto de magia de algunos cuerpos: es el único órgano que aparece y desaparece, ya que comienza a formarse al momento de la unión de un óvulo y un espermatozoide, y es desechada una vez que ha terminado el embarazo. Conecta al feto con el cuerpo de la madre y sirve tanto como un sistema de comunicación donde se intercambia oxígeno, dióxido de carbono, nutrientes y hormonas, tanto como un filtro donde se acumulan desechos que podrían dañar al feto.

Muchos mamíferos se comen la placenta después del parto. Se cree que esto es principalmente para no dejar rastros que pudieran atraer a depredadores. Pero también hay otras razones. En ratones se ha visto que su consumo induce la producción de opiáceos del propio cuerpo, teniendo efectos analgésicos. Este efecto se pierde si la placenta es calentada a más de 35 grados, y debe consumirse en las primeras 24 horas. Ésta es una manera muy distinta a la que otras mamíferas están últimamente optando por comer su placenta.

Por varias razones, algunas mujeres deciden comer su placenta. Entre las razones de salud se encuentra que supuestamente ayuda en la regulación de hormonas post parto y por lo tanto a la depresión, aumenta la producción de leche, sirve como analgésico, apoya al sistema inmune, acelera la recuperación, e incluso mejora la apariencia del cabello y uñas. Sin embargo, no hay ningún estudio científico que apoye nada de esto.

Lamentablemente, la investigación que existe sobre la placentofagia es muy pobre. Lo poco que hay parece indicar que comer la placenta no trae ningún beneficio a la salud, aunque tampoco parece haber ningún perjuicio.

Se sabe que en la placenta hay presentes algunas hormonas y nutrientes, pero no se saben los efectos del consumo de éstos. Además de nutrientes y hormonas, en la placenta humana también se han identificado sustancias tóxicas como cadmio, plomo y mercurio, pero tampoco se sabe qué pasar al ingerirlos a partir de placentas, sobre todo después de ser preparadas como se hace comúnmente: secándolas para ingerir en píldoras durante varios días después del parto. Comer la placenta cruda tiene los riesgos de comer cualquier tejido crudo, como contaminación por virus o bacterias.

En pocas palabras: no sabemos nada concluyente sobre el consumo de la placenta, ni existe una regulación sobre cómo prepararla o consumirla. Tal vez lo más concluyente de la información disponible es la falta que hay en la investigación de un asunto que parece cada vez más relevante para el post-parto y la salud física y mental de muchas madres.

Cada mujer es libre de decidir qué hacer con su cuerpo y con su placenta. Condiciones históricamente invisibilizadas como la depresión post parto afectan a miles de mujeres, a veces durante años. Existen tratamientos basados en evidencia para esto, que pueden ser una alternativa paralela a otros métodos que consideren están más cercanos a sus creencias, como la placentofagia, que hasta ahora no es distinta a un acto de magia.

Referencia: Placentophagy: Therapeutic Miracle or Myth?

 

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