Sí se pueden hacer las cosas diferentes, asumamos nuestra responsabilidad.
Lo público no es percibido como si fuera de todas y todos, pensamos que tiene dueño. Desde quienes apartan banquetas, hasta quienes se apropian de espacios en parques y plazas. Tiramos basura como si el espacio público no tuviera relación con nosotros, desperdiciamos agua y pensamos que no afectamos a los demás, muchos no pagan impuestos y nadie cree que esa evasión afecte a la sociedad en su conjunto. La violencia pensamos que la sufren “otros”.
Nos relacionamos con la autoridad y lo público desde lo individual y no desde lo colectivo. Allí parte central de nuestro problema. No hemos creado ciudadanía de calidad en México.
Nos quejamos de malos gobernantes, malos legisladores, malos representantes sociales, malos partidos políticos, etc. No se tratara de un problema nuevo, tenemos así décadas o siglos. El origen está en la sociedad que no es capaz de exigir, presionar y nutrir. Asumamos nuestra responsabilidad.
La democracia no se crea por arte de magia, requiere de una sociedad comprometida en el bien común. Sin ciudadanía preocupada y sin principios éticos es imposible. Hemos normalizado la violencia y la indecencia. No hay referentes éticos en la sociedad, no hay límites intolerables.
La democracia no son las elecciones y ya. Los derechos, las libertades, la vida pública, la convivencia social y comunitaria y los valores sociales, entre otros es lo que determina la calidad de la ciudadanía. Gran déficit.
La falta de ciudadanía también se alimenta con la desconfianza hacia las autoridades, instituciones y a diversos sectores sociales. Sin un estado de derecho y un mínimo de garantías que genere el Estado es difícil alimentar un entusiasmo por la democracia ya que no tenemos referentes de ello. Poner en duda el valor de la democracia solo nos llevará a peores lugares.
Estamos en un momento crítico de la historia de nuestro país. Hacer lo que a cada una y uno corresponde no es suficiente. Absolutamente todas y todos debemos dar un extra para salir de este espiral descendente en materia de seguridad, impunidad, corrupción y desigualdad, en este deterioro que parece no tener fin.
Evidentemente hay quienes tienen más responsabilidades. Son aquellos que se encuentran en lugares donde la incidencia es mayor: clase política, empresarios, medios de comunicación, líderes sociales y religiosos, academia, intelectuales, líderes de opinión, etc.
Pero el gran reto es sumarnos todas y todos. Organizarnos desde los espacios que ocupamos, no hay ninguno pequeño, y negarnos a seguir con esta dinámica. Denunciar lo inaceptable, exigir derechos y respeto para los otros y lo público. Negarse a ser parte del problema.
Revivir nuestra capacidad de indignación y eliminar la sensación de impotencia. Sí se pueden hacer las cosas diferentes.
Para que cada una y uno de nosotros estemos bien se requiere de las y los demás. No hay otra opción.
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