Así es el país en el que vivimos

Un país en donde lo que pasa con famosos es más importante que las fosas clandestinas encontradas por los mismos ciudadanos.

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Vivimos en un país en el que el robo por parte de un connacional de un par de uniformes de Tom Brady genera más reacciones que el hallazgo de dos fosas clandestinas con cerca de 300 cuerpos.

No quiero decir que no es reprobable y vergonzoso lo realizado por el director de un periódico nacional que aprovechando su acreditación en el Super Bowl entró a robar a la zona de vestidores. También es crítico ya que en estos momentos hay un duro embate contra los mexicanos en los Estados Unidos y robar objetos que son de culto en el país vecino ayuda a la imagen que pretende generar la administración Trump.

Eso es una cosa, ignorar lo que ocurre en nuestro país es otra. Entiendo que estemos vacunados contra la violencia, ante tanta repetición hemos normalizado lo anormal. Hemos convertido el horror en algo cotidiano, adentrarnos en él implica compromiso. La frustración y el repliegue tienen que ver con esta incapacidad de articularnos y ofrecer resistencia a la violencia demencial.

Perdón por intentar sacarlos de una zona de confort pero es necesario y moralmente obligado.

En días recientes ha salido a la luz, una vez más, una de las caras de la violencia. Ya lo decía el activista Javier Sicilia hace varios años “el país se ha convertido en un camposanto”, peor aún, la realidad indica que el país es una fosa común.

No son las autoridades quienes encuentran estas fosas, son los propios familiares de las víctimas. No son las autoridades quienes realizan su trabajo de manera eficiente, tienen que ser los colectivos de víctimas quienes presionan y exigen resultados.

El caso más reciente es el de Veracruz. El gobierno estatal reconoce que en 43 ciudades repartidas por todo el estado se han encontrado fosas comunes. En los últimos días un par de zonas se han descubierto con múltiples fosas, una de ellas con más de 250 cráneos y miles de restos óseos. Cientos y cientos de cuerpos en Veracruz, en su mayoría jóvenes e incluso adolescentes. No nos engañemos y tratemos de tranquilizarnos pensando que se trata de personas que “en algo andaban”, se trata de gente común y corriente.

El caso de Coahuila es similar. Se han identificado cientos de fosas clandestinas sobre todo en la región de La laguna. Adicionalmente en el estado hay zonas de exterminio. Así como suena, zonas en las que se lleva a grupos de personas para ser asesinadas y en las que se han hallado miles de restos óseos. Así llegan a nuestro conocimiento regiones como Patrocinio, San Antonio de Gurza, Estación Claudio o el penal de Piedras Negras.

En Guerrero, tan solo en Iguala, se han hallado decenas de fosas con decenas de cuerpos.

Morelos es historia aparte. Se tiene conocimiento de dos fosas creadas por el propio gobierno estatal. Tetelcingo y Jojutla tienen cerca de 200 cuerpos.

Y así el resto del país y lo que nos falta por conocer. Decenas de miles de personas continúan buscando a sus familiares al tiempo que varios diagnósticos de organizaciones nacionales e internacionales se acumulan exigiendo al gobierno mexicano emitir una Ley de desaparición que seguimos esperando. Requerimos una base de datos seria de personas desaparecidas, un censo de fosas en el país, un plan de exhumaciones con los mejores estándares internacionales, acabar con la corrupción y la impunidad, cambiar el modelo de seguridad, gobiernos responsables y no mezclados con el crimen organizado, entre muchas otras.

Ante la realidad que vivimos hay dos opciones. Sociedad y medios deciden voltear a otro lado y ser cómplices por omisión o deciden tomar un rol activo ante la barbarie.

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