No es que no te gusten los niños o los pubertos, pero los de tu pareja son la mera encarnación de alguna entidad no muy amistosa. Claro, él/ella los adora y pues vienen en paquete. ¿Qué se hace? ¿Por qué no te acaban de caer?
Típico que tu pareja te dice que este fin le toca estar con sus hijos y ya ves toda la escena: se comportan desobedientes, respondones, demandantes y rebeldes con tu pareja y a ti te hacen jetas, lanzan indirectas, agarran tus cosas, no respetan tu espacio, son volubles o, de plano, abiertamente hostiles.
Primero, lo primero; hay que identificar por qué se comportan así. Ya sabemos que “cada cabeza es un mundo”, pero sí es posible identificar algunas causas comunes por las que sus “amorcitos” son como son, sin descartar, claro está, alguna posesión diabólica o de plano algún trastorno de conducta más severo.
Dependiendo de la edad, algunos niños celan a los padres, especialmente con desconocidos, porque para ellos pareces un intruso. Claro, sabemos que el amor de pareja es distinto del que se tiene a los hijos y etcétera, pero, a ver, explícaselo a ellos.
Ya les tocó la separación de los padres, así que algunos niños, en el fondo, temen que se separen también de ellos y los dejen de querer. Recuerda que detrás de muchas actitudes hostiles se esconde un gran miedo. Digamos en este caso que, más que agresivos, se están portando híper defensivos.
Dependiendo del manejo que sus padres hayan dado al divorcio (seamos sinceros, la mayoría lo hacemos fatal), muchos niños se sienten “traidores” con uno de sus padres si se llevan bien con la nueva pareja del otro. Si no hubo claridad, los niños pueden llegar a creer que estás ahí para robarle el puesto a su papá o a su mamá y entonces se sienten obligados a mantenerse “fieles” al padre o madre que está bajo esa “amenaza”. Igual mal no les caes, pero no se pueden dar el lujo de simpatizar contigo.
El chantaje emocional está a la orden del día y los hijos son el escudo y la espada perfectos. Si tu pareja se separó en términos no tan pacíficos, no es raro que el ex tenga a sus hijos trabajando como pequeños espías, informantes y saboteadores. Ya sé que eso no está bien, pero hay gente con ideas un tanto retorcidas y posesivas, que no se miden a la hora de cobrarse las cuentas pendientes y no les importa llevarse a los críos entre las patas.
Los hijos se comportan mejor y se desarrollan más sanos en un ambiente de calidez y control.
Cuando los padres se separan, no pocas veces generan culpas y este equilibrio se rompe, dejando a los hijos bajo un esquema de mucha calidez, pero muy poco control. Para compensar el “trauma” los papás se vuelven muy permisivos. Lo clásico es que los hijos se queden con su mamá, así que si ya la tienen estresada es probable que acabe bajo el esquema de “mucho ruido y pocas nueces” y termine por dejar pasar pequeñas y grandes violaciones a las reglas. A los papás les da pavor que la ex no le deje ver a los hijos o que estos lo dejen de querer, entonces se vuelven muy generosos, pero de pocos límites. Las culpas de ambos hacen muy mal coctel y los hijos aprovechan para salirse con la suya.
Y entonces, ¿qué hacer?
Tú tienes un poco el pie adentro, pero un ángulo más externo en todo este asunto. Sabes que hay muchas cosas que, desde tu perspectiva, podrían mejorar, aunque quizá te sientes con las manos atadas porque no son tus hijos y tienes razón: no lo son. Eso no significa que te debes lavar las manos o dejar que la vida se le desmorone a tu pareja, pero sí que tu intervención directa es muy delicada porque, aunque tu pareja te autorice, si se te pasa un poco la mano, así sea con una mirada “fea”, seguro te lo van a reprochar.
Entonces, quizás, hay varios caminos:
Habla con tu pareja. Dile lo que piensas y las posibles soluciones que ves desde tu perspectiva, pero no esperes que el mundo se acomode a lo que tú crees que debería ser lo correcto.
Pídele tiempo a solas. Ya sé que sus hijos son muy importantes, pero también la relación que están formando. Callar tus necesidades por llevar la fi esta en paz no sirve. Lo que no se dice, se actúa.
Tú no eres su padre o madre. Es a ellos a quienes les toca educarlos, pero si de plano se pasan de la raya contigo, pon límites como lo harías con cualquier otro niño o joven de su edad, siempre con respeto.
El adulto eres tú. No tienes que quererlos, pero sí encontrar la manera de sobrellevar su presencia en lo que tu pareja pone el remedio… si puede.
Busca ayuda profesional si nada funciona. Seguro en este punto cada uno tiene una perspectiva distinta del problema y un especialista puede darles una visión más objetiva de la situación. ¡Prueben!
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