Los tuyos, los míos y… ¿los pleitos?

Hay que aceptarlo, nos casamos y divorciamos a la menor provocación. Eso, sumado a la cantidad de hijos nacidos en relaciones informales o casuales, eleva la probabilidad de que uno termine casado (otra vez) o arrejuntado en una dinámica de familia compuesta

Por: Nancy Steinberg

 

Los problemas básicos 

Tres mandamientos para que funcione

Platica con tu pareja 

Cuando los problemas no son enfrentados no desaparecen, solo se posponen y, en algunos casos, empeoran. Anticipen los problemas que se podrían presentar, analicen las posibles soluciones. Necesitan reglas claras, si las reglas no son claras, los que pagan el precio son los niños. Nada de “ahí vamos viendo”.

Jamás le impongan a sus hijos el amor por su nueva pareja 

Los enamorados son ustedes, y eso, seguramente, a sus hijos les vale. Así que hay que avanzar poco a poco, dejen que las cosas se den de manera natural y fluida. Toda relación afectiva necesita tiempo para cuajar. El cariño y respeto entre tus hijos y tu nueva pareja no se puede forzar y en el mejor de los casos necesita varios años para crecer.

Platiquen con los hijos 

Ustedes tienen derecho a rehacer su vida. Es un error suponer que los niños pueden decidir por ustedes si deben o no tener una nueva pareja. Pero lo que sí es importante es cómo comunicar a los niños la decisión de casarse nuevamente. Permítanles participar en el establecimiento de una nueva rutina familiar, pidan su opinión acerca de las cosas que les harían sentirse mejor. En algunos casos puede ser necesario consultar a un especialista que puede ayudar a superar la crisis. Lo importante es que estén preparados para hacer todo lo que sea necesario y que su nueva familia funcione para todos.

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