La única diferencia entre nuestras conductas con las otras especies, ya sean sexuales o no, es que las nuestras tienen una dosis de moral.
Lo natural es un concepto que utilizamos los seres humanos para separar de lo artificial o de lo poco común. Desde la biología, hablar de algo poco común como antinatural es totalmente ilógico. Por ejemplo, es poco común el albinismo, y sin embargo todos lo aceptamos como natural. Por lo tanto, cualquier cosa que exista en la naturaleza es natural. ¿Cuál es entonces el sexo natural? Cualquier práctica sexual que ocurre o que sea físicamente posible que ocurra.
Y, créanme, únicamente en el mundo animal hay una diversidad intimidante de conductas sexuales.
Si bien la reproducción implica la unión de gametos, o sea de óvulo y espermatozoide, los animales hacen muchas cosas con sus órganos sexuales que no involucran necesariamente a la reproducción. Podríamos decir que hacen estas cosas por diversión, por placer, o incluso por convivencia.
Por ejemplo, sabemos que más de 450 especies de animales tienen conductas sexuales entre individuos del mismo sexo. Los pingüinos Adelie se cortejan sin importar sus sexos, frotando sus cuellos y cantándose machos con machos y hembras con hembras. Para muchas especies de insectos, aves, mamíferos, reptiles y anfibios, el cortejo, las muestras de afecto, el emparejamiento monógamo e incluso el cuidado parental lo realizan frecuentemente entre parejas homosexuales.
Si analizamos el espectro humano de conductas afectivas y sexuales, sabiendo que somos producto de las mismas fuerzas evolutivas que han dado lugar a todas las especies vivas y extintas del planeta, entonces cualquier cosa que hagamos en nuestra vida sexual es natural. Estamos equipadas y equipados con terminales nerviosas por todos nuestros cuerpos, listas para recibir y dar placer, además de que tenemos sofisticados cerebros que pueden convertir casi cualquier cosa en una experiencia erótica (¡yupi!).
El sexo natural en la especie humana, así como en cualquier otra especie, son todas las prácticas que existen. La única diferencia entre nuestras conductas con las otras especies, ya sean sexuales o no, es que las nuestras tienen una dosis de moral. ¿Cómo juzgar qué está bien y qué está mal en algo tan íntimo y personal como el sexo? Yo diría que la respuesta está en el respeto a esta misma intimidad, y en el darnos cuenta de que, como en el resto de la naturaleza, existen diversas conductas pero también diversas identidades a quienes les toca definir qué vale y qué no.
¡A divertirnos y dejar divertirse con todos estos millones de años de evolución sexual escritos en nuestros cuerpos!
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