Salud
Por: Berenice Villatoro
Hacer ejercicio y tener una dieta balanceada es importante, pero si estás generando cortisol todo el día, puedes tener una panza de estrés.
Ya llevas no sé cuántos días sin comer y ese outfit no te entra, es muy probable que la razón esté en tus hormonas, en tu sistema nervioso o en que sigues recordando a Juanita, la niña que no te peló en primaria y que te dejó una panza de estrés. Lo cierto es que puedes estar ganando kilitos emocionales y tú ni en cuenta. Aquí te contamos cómo es que el estrés te está subiendo de peso.
Un estudio reciente realizado por científicos de la Universidad Brigham Young, en Utah, reveló que el estrés engorda tanto como una hamburguesa doble con queso, o una barra de chocolate con caramelo.
Por otro lado, se sabe que las personas que son emocionalmente inestables, según Psychological Science, tienden a engordar hasta el doble, por el estrés y el nerviosismo.
“Todos tenemos una respuesta natural al estrés en el cuerpo. El problema, es que ya se nos está haciendo normal vivir estresados, porque es protectivo, pero se nos sale de control, porque en nuestro cerebro esta respuesta se genera en el hipotálamo, y no sabe si es tu jefa o la tarjeta o un león que te quiere comer. Manda la señal a tus glándulas suprarrenales en forma piramidal, y te pone en modo supervivencia, lo que genera dos hormonas, adrenalina y cortisol”. Nathaly Marcus.
Si por más que te pones a dieta simplemente no logras bajar ni un kilo, la razón podría estar en el pasado, en vivirlo con resentimiento y estar repitiendo una y otra vez todo lo que te hicieron en la primaria, lo que te genera una respuesta neuronal de horror.
“Cuando un león ataca a una cebra y esta se salva, no se queda 40 años pensando en que el león la quiso matar, se levanta y sigue adelante”, nos cuenta Nathaly, “pero nosotros no, nos quedamos atorados en emociones del pasado, y todas esas emociones tóxicas generan una respuesta de estrés que tu cuerpo no sabe si es real o no”.
Al estar piense y piense en todo lo malo que nos ocurre, generamos cortisol, y tu cuerpo siente que estás en un árbol y abajo está el león que te va a comer, todo el santo día, así que para empezar, tu hígado empieza a segregar glucosa, porque en su ignorancia lo que quiere es que tengas suficiente energía para salir corriendo.
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Lo que tu pobre hígado no sabe, es que estás en tu oficina, sin peligros, y que lo que está generando ese cortisol es tu enojo y frustración por los gritos que te pegó tu jefe, y cero se vale que lo mantengas así.
“Si yo estoy en peligro, el cuerpo saca la sangre del hígado para que tengas demasiada glucosa para la energía, y qué pasa, se genera una resistencia a la insulina bárbara que te va a generar diabetes tipo 2, y el azúcar se va a convertir en grasa visceral, que es la peor grasa”, dice Marcus.
Lo primero que tienes que observar es qué forma tiene, si está medio aguada, o de plano la tienes casi en el pecho, es posible que no sea por el estrés, ya que esta es rígida e inicia en la parte baja y hasta el centro del abdomen, o sea, en la zona de los oblicuos.
Para quitarla, lo mejor que puedes hacer es reducir los niveles de estrés, adoptando prácticas que promuevan el bienestar físico y mental. Comienza con ejercicios de respiración profunda o técnicas de meditación para calmar la mente y el cuerpo.
Dedica tiempo a la actividad física, ya que caminar, hacer yoga o practicar algún deporte libera endorfinas que mejoran el estado de ánimo. Organiza tu tiempo estableciendo prioridades claras y delegando tareas cuando sea necesario.
También, procura dormir lo suficiente, mantener una alimentación equilibrada y evitar el exceso de cafeína. Finalmente, busca espacios para desconectarte y disfrutar de actividades placenteras, como leer, escuchar música o pasar tiempo con seres queridos. Ahora que ya sabes que el estrés te está subiendo de peso, ¿qué esperas pa’ bajarle unos puntitos a este?
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Por: Berenice Villatoro