La ropa lavada con jabón Zote y los hombres que se dejan larga la uña del dedo meñique, con esos, simplemente no puedo.
En esta vida hay dos cosas que literal, me generan una comezón espantosa: la ropa lavada con jabón Zote y los hombres que se dejan larga la uña del dedo meñique. Con estos últimos, simplemente no puedo.
La semana pasada iba en el variopinto metro de la Ciudad de México y muy cerca de mí también viajaban un par de singulares personajes que no paraban de hablar de la tremenda “peda” que se habían metido la noche anterior, porque han de saber que a las cinco en punto de la madrugada yo ya iba rumbo al trabajo y ellos apenas estaban terminando la pachanga.
Cuando menos me di cuenta, estos fulanitos ya me habían incluido de lleno en su bullanguera conversación. Pero dejen ustedes el olor a borracho en ayunas que me tuve que chutar, lo que me provocó sudores fríos fue ver el orgullo con el que ambos portaban sus amarillentas y mugrositas ¡UÑAS LARGAS DE LOS DEDOS MEÑIQUES!
Y ya que estaba en esa charla más a la de a fuerzas que por ganas, pues yo sí les pregunté cómo para qué dejarse larga precisamente esa uña, a lo cual uno de ellos respondió rapidito y de buen modo: “Pues pa´ tener suerte con las viejas”. Pero, no creo que la mentada uñita sea muy efectiva, porque por lo que pude entender de su plática, la chava que se intentaron ligar en la fiesta, pues de plano, no aflojó.
Aunque investigando un poco, me enteré que en la corte de Luis XVI, los Caballeros usaban la uña del meñique larga como un detalle de discreción con las Damas, ya que un hombre cauto y refinado, daba ligeros golpecitos a la puerta de los aposentos de la damita en cuestión, en lugar de golpear vulgarmente con el puño despertando a todo el palacio en sus calenturientas intenciones. Por fortuna ahora todo se soluciona mandando un discreto Whats.
Bueno, como les decía. El otro fulanito del metro (no sé si más sincero o más borracho), alegó: “No te hagas güey, es pa´, meterte tus pericazos” (o sea, meterse cocaína por la nariz), lo cual tiene más lógica, porque existen muchos testimonios y registros de que allá por la década de los 70 era muy común dejarse crecer la uña del meñique para poder usarla como cucharita y suministrar mejor los “pericazos”.
Algo que los dos borrachines alegaron en favor de sus endurecidas y terregosas uñas, fue que los ayudaban a tocar mejor la guitarra, claro, en el entendido que la tocaran, porque también reconocieron que ninguno de los dos sabía tocar el instrumento, pero que si lo hicieran, segurito les serían de mucha ayuda y hasta estatus les daría. Sin embargo, la uña que los guitarristas se dejan larga para usarla como púa es la del pulgar, no la del meñique. Pero, aunque las usen para marcar mejor el requinto, se les ven re-feas.
En algunas culturas, como la china o la hindú, los hombres se dejan larga la uña del meñique como símbolo de erudición, aprendizaje e incluso de estatus, ya que con la uña larga, pues luego, luego se les echa de ver que no meten sus manitas a la tierra o al trabajo rudo.
El último recurso del que echaron mano estos personajes para convencerme de la utilidad y “buen gusto” de sus uñitas largas, fue vendérmelas como una útil y practica herramienta de usos múltiples, ya que como es el dedo más delgado de la mano, pues la uña lo ayuda a llegar hasta donde tenga que llegar. Por ejemplo, rascarse los oídos y retirar eficazmente el cerumen, limpiarse los dientes eliminando fácilmente los restos de comida que quedan entre ellos o hurgarse la nariz y sacar de una maldita vez ese moco seco que tanto molesta. En pocas palabras rasca, limpia y hasta da “distinción”.
Termina su columna y les advierte que cuando sea presidente va a prohibir la uñita larga.
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