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La nariz de Frida

Sabemos cómo funciona la nariz de un perro, pero no sabemos cómo el olfato les ayuda a navegar por el mundo.

Alejandra Ortíz

Para nosotros los humanos el escenario era una zona de desastre, escombros donde difícilmente podían distinguirse pistas para encontrar vidas sepultadas tras el colapso de edificios debido al temblor del 19 de septiembre.

Pero para Frida y los otros perros rescatistas, este escenario no se componía solo de lo que se ve. Para estos animales, el paisaje se dibuja también con el olfato, y gracias a eso, las vidas de varias personas fueron salvadas.

El olfato es un sentido aun misterioso para la ciencia. Sabemos cómo funciona la nariz de un perro, pero no sabemos cómo el olfato les ayuda a navegar por el mundo. En otras palabras, no sabemos cómo los perros rescatistas (o cualquier otro animal) forman “imágenes” olfativas para orientarse en la realidad.

Para comenzar a entender esto, perros como Frida son muy útiles. Observar la forma en que rastrean nos ayuda a descifrar qué está pasando más allá de sus narices.

Por ejemplo, los perros cuando detectan un olor comienzan a hacer movimientos circulares ya sea con la trompa o con todo el cuerpo. Así siguen los olores, y se cree que estos movimientos circulares ofrecen contexto y direcciones precisas que permiten cachar rastros y seguirlos.

Otros animales con olfatos aun más impresionantes que los perros poseen una maquinaria muy distinta, ya que ni siquiera cuenta con nariz. Las cucharachas utilizan sus antenas para captar olores como si fueran sonidos en estéreo, lo cual les permite crear un olor tridimensional. A pesar de que perros y cucarachas son anatómicamente muy diferentes, parece que comparten esta habilidad.

La compleja nariz de los perros pudiera permitirles también la tridimensionalidad olfativa. Dentro de sus trompas existe un complejo laberinto de pasajes, los cuales filtran el aire y éste termina en diferentes partes de la nariz. Si se desdoblaran estos pasajes, llamados cornetes nasales, en un perro ocuparían un área aproximadamente el tamaño de un pañuelo, en un humano apenas el tamaño de una estampilla postal.

Los cornetes nasales separan los olores y los ponen en contacto con las neuronas olfativas. En un perro, éstas pueden ser hasta 300 millones, mientras que en una persona son tan solo 5 millones. Y no solo existe esa gran diferencia. En los perros, cada orificio nasal puede captar diferentes juegos de olores, lo que les da la capacidad de distinguir entre gradientes muy sutiles de aromas, y así saber en qué dirección está una persona, no solo saber que se encuentra cerca. Esto es la capacidad de oler en estéreo o tridimensionalmente.

Pero hasta aquí se queda nuestra comprensión de esta asombrosa capacidad canina. Comprender mejor cómo entienden el mundo a partir del olfato podría ayudarnos a diseñar tecnologías para el rescate de personas, y no dejarlo todo en las narices de estos héroes caninos.

Referencias
A computational study of odorant transport and deposition in the canine nasal cavity: implications for olfaction
Inside the extraordinary nose of a search-and-rescue dog

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mm
Doctora en ecología evolutiva y divulgadora de la ciencia, le gusta explicar el lado científico de la vida.