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La gran coincidencia del eclipse solar

La Luna se interpone entre nuestro planeta y el astro, proyectando una sombra, llamada penumbra, sobre nosotros.

Alejandra Ortíz

El Sol siendo comido es como los aztecas llamaban a los eclipses solares: Tonatiuh cualo. La palabra que usamos en español tiene sus raíces en el griego para designar abandono. Estos términos del mismo fenómeno nos indican lo abrumador que de un lado a otro del planeta han resultado los eclipses, muchas veces tomados como malos presagios.

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Contrario a estas creencias, los eclipses nos recuerdan una coincidencia cósmica tan precisa que pareciera apuntar a que más bien, la fortuna está de nuestro lado.

Cuando la Tierra, la Luna y el Sol se alinean (en ese orden), la Luna se interpone entre nuestro planeta y el astro, proyectando una sombra, llamada penumbra, sobre nosotros. Repentinamente el día se hace de noche durante unos minutos.

La luna es 400 veces más pequeña que el Sol, pero se encuentra 400 veces más cerca de nosotros que éste. Esta gran casualidad hace que, por pura geometría y tal vez un poco de suerte, veamos ambos cuerpos celestes del mismo tamaño, y es gracias a ella que los eclipses solares existen en nuestro planeta. En ningún otro lugar del Sistema Solar ocurre lo mismo. O al menos, no de la misma forma.

El que la Luna y el Sol parezcan de exactamente del mismo tamaño no solo provoca que durante los eclipses la Luna tape al sol, sino también que se observe un aro en llamas alrededor de su superposición. Esta corona es parte de la atmósfera solar, donde se forman los vientos solares y otros fenómenos que llegan hasta la Tierra; los eclipses son el mejor momento para estudiarlos, aún mejor que desde telescopios, por la precisión que tiene la Luna al cubrir al Sol.

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Pero no siempre ha sido, ni será así. En otra no tan gran coincidencia, pero coincidencia al fin, únicamente pueden ser observados estos tipos de eclipse durante aproximadamente 100 millones de años, y estamos más o menos a la mitad de este periodo. La interacción entre la fuerza de rotación de la Tierra y la gravedad de la Luna hace que este satélite se aleje 4cm al año de nosotros (y de paso que cada día en la Tierra sea más largo que el anterior), por lo que en el futuro se verá más pequeña, y en el pasado se veía más grande. Los eclipses que vivieron los dinosaurios no mostraban una corona: la Luna aparecía en la bóveda celeste como un disco más grande que el sol, cubriéndolo por completo con todo y su corona.

Así que sin supersticiones, pero agradeciendo coincidencias cósmicas, disfrutemos de los eclipses que se atraviesen en nuestras vidas.

Referencias
www.sciencenews.org
www.sciencenews.org
blogs.scientificamerican.com

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