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Las cárceles son un reflejo del país

El Estado y la sociedad deben buscar justicia y no venganza, no puede comportarse de manera criminal.

Jacobo Dayán

Cada tanto, no mucho tiempo entre un caso y otro, nos enteramos de lo que ocurre en las cárceles del país. Son conocidas las condiciones infrahumanas en las que una buena parte de los presos del país viven. El nombre es un eufemismo, los centros de readaptación social (Cereso) son todo menos eso.

Si el Estado mexicano no puede mantener el orden al interior de espacios confinados y controlados, en teoría, por la autoridad, menos lo podrá hacer en las calles.

Las noticias y las investigaciones periodísticas revelan motines al interior, tortura y tratos crueles a los detenidos, abuso a familiares y visitantes, corrupción, peleas que generan muertes, asesinatos, extorsión y secuestros exprés mediante llamadas generadas al interior de las cárceles. Y claro, fugas cada rato.

Mucha gente se pregunta por qué debería preocuparnos. Algunos argumentan que si están en prisión “se lo merecen” o que la sociedad no “debería mantenerlos con sus impuestos”. Cuidado, el Estado permite todo eso en nuestra representación. El Estado y la sociedad deben buscar justicia y no venganza, no puede comportarse de manera criminal. Aceptar estas condiciones refleja una crisis moral profunda.

Uno de los casos más drásticos es lo ocurrido en el Cereso de Piedras Negras, Coahuila. Varias son las investigaciones periodísticas y académicas que se han hecho tanto en México como en Estados Unidos, en ellas se puede conocer lo siguiente.

Esta prisión era controlada por el crimen organizado. Durante meses y meses, entre 2009 y 2011, esta prisión fue una zona de exterminio. Al interior se asesinaba, mutilaba y desintegraba a personas, decenas y decenas de personas, que eran introducidas a la prisión con este fin. También se empacaba droga e incluso modificaban vehículos. En algunos momentos la prisión era usada como escondite de criminales que encontraban refugio al interior para no ser detenidos, pasado el peligro salían. Otros pasaban fuera el día y regresaban por la noche.

Es decir, el control de la cárcel no estaba en manos del gobierno. Este y los demás casos no se pueden explicar sin el conocimiento y la participación de agentes del Estado a varios niveles.

Las respuestas son muy vagas, siempre se culpa a los mandos bajos. De nuevo, estamos ante hechos de impunidad casi total. No se siguen las investigaciones para determinar la responsabilidad de mandos superiores, hasta dónde se tenga que llegar.

Pocos son los medios que denuncian, la gran mayoría se queda en reportar lo ocurrido y no generan una narrativa de contexto que permita a la sociedad intentar comprender el fenómeno.

Las cárceles son un reflejo de los países. Basta ver las condiciones de prisiones en países como Suecia, Noruega u Holanda. ¿Qué reflejan las nuestras sobre nosotros?

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