Ante el mundo que se avecina donde los valores que dieron origen a la ONU se ponen en duda, es necesaria la reforma estructural del organismo.
En repetidas ocasiones en esta columna he criticado a la Organización de la Naciones Unidas y su incapacidad de frenar la violencia a nivel internacional. Los intereses políticos de las potencias han ido desacreditando el poco capital moral que la organización tenía. No solo en temas de violencia y crisis humanitarias que inundan los medios de comunicación un día sí y otro también; al interior de la ONU han habido escándalos de corrupción, malas prácticas para proteger a la población y crímenes por parte de Cascos Azules que en teoría preservan la paz, vigilan fronteras conflictivas, garantizan seguridad a población, capacitan a las fuerzas locales y muchas otras.
Uno de los casos que he presentado en este espacio es el de un personaje conocido en México, Anders Kompass, que fue quien abrió la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en nuestro país en 2002. Kompass se vio envuelto en un proceso que puso al descubierto mucha de esta basura que hay al interior de la ONU. Hace más de un año decidió, como muchas personas en la historia, anteponer principios éticos a las obligaciones que impone una estructura jerárquica. Ante la inacción de la ONU ante repetidos llamados por parte de él, decidió filtrar información en la que se probaban violaciones sexuales cometidas por Cascos Azules en contra de menores en un campo de desplazados en la República Centroafricana.
Comenzó así el dilema de impartir justicia sin miramientos por haber hecho lo correcto. Era necesario abrir el caso ya que la ONU no respondía, obligar a menores a actos sexuales a cambio de alimentos, suministros y dinero no podía quedar impune. Kompass fue duramente atacado y perseguido. La ONU reaccionó como lo haría una institución en profunda crisis moral.
También en esta columna he escrito sobre el cambio de Secretario General en la ONU. Remplazando a un gris personaje como Ban Ki-moon llega António Guterres. El portugués tiene una brillante y valiente trayectoria. Su reto es descomunal, de menos debe regresar dignidad al cargo y mantener un discurso apegado a los valores que dieron origen a la ONU.
Esta semana, Guterres aprobó una nueva política que da protección a funcionarios que denuncien actos ilegales al interior del organismo mundial. Lo vivido por Kompass no debería de volver a pasar. La medida tomada abona a la transparencia que se esperaría de la ONU.
Los cambios facultan a las Oficinas de ética y de servicios de supervisión interna para que protejan a los informantes de posibles represalias. Además, Guterres analiza la posibilidad de incrementar la independencia y transparencia de las decisiones de la Oficina de ética.
Ante el mundo que se avecina donde los valores que dieron origen a la ONU se ponen en duda, es necesaria la reforma estructural del organismo. De menos una postura más clara, transparente y ética es bienvenida.
Requerimos de más Anders Kompass.
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